jueves, 29 de abril de 2010

Masonería española y emancipación colonial



Presentamos aquí un interesante artículo de Manuel de Paz Sanchez, de la Universidad de la Laguna, publicado en el año 2006 en la Revista de Indias.

martes, 27 de abril de 2010

Jubileo Tecnológico ... la web 2.0 puede llevarnos al cielo!


En el apartado de Sociedad, Salud y Religión del ABC nos aclaran como la Santa, Católica y Apostólica Iglesia de Roma, o para ser mas exactos la Archidiócesis Compostelana le empieza a quitar partido a las nuevas tecnologías, así podemos vanagloriarnos de que han sido instaladas en catedral Santiago velas que encienden mediante Internet y sms. 


El proyecto 'mivela.com', ideado hace dos años por unos empresarios andaluces, consiste en que se pueda hacer uso de las tecnologías -Internet o telefonías fija o móvil- para que en los templos adheridos a este sistema, entre ellos la catedral compostelana, se encienda una vela de un lampadario digital. Los trabajadores de la empresa Candeum Desarrollos han diseñado lampadarios físicos, similares a los tradicionales y que se colocan en los templos, que incorporan una pantalla sobre la que se ven dibujadas velas. Una vez que se ordena el encendido de la vela, por un precio de 1,39 euros, IVA incluido, el objeto se ilumina. 

Si el fiel decide encender la vela a través de Internet, deberá entrar en la página web www.mivela.com y registrarse como usuario. Una vez que acceda a su cuenta personal, deberá seguir una serie de pasos, como son el de escoger la iglesia donde quiere que se ilumine la vela y cuántas desea encender, la posición que ocupa el objeto en el lampadario o indicar la forma de pago -el sistema paypal, entre otros-. 

Los técnicos también han previsto un protocolo en caso de lista de espera, de tal modo que en función de la "cola" de usuarios las velas permanecerán encendidas entre un máximo de 31 minutos -en caso de que no haya demanda excesiva- y un mínimo de 11 minutos -si la lista de espera es elevada-. 

Si se opta por el envío de sms a través de un móvil, los ingenieros asignaron un código a los lampadarios de los templos, de manera que quien lo desee deberá enviar un mensaje a un número de teléfono específico e indicar el código del lampadario que quiere encender. 

El deán de la catedral de Compostela, José María Díaz, enumeró las ventajas que presenta este mecanismo y, entre ellas, citó la imposibilidad de producirse incendios, tal y como ocurría antiguamente con las velas tradicionales. Resaltó, además, que los lampadarios digitales "facilitan la devoción" y permiten que los fieles contribuyan con una "limosna voluntaria" sin tener que desplazarse hasta la capital gallega. Reconoció el aporte económico que conllevará esta iniciativa, pues la empresa estimó el encendido de velas anual en más de medio millón. Uno de los mayores ingresos que percibe la catedral es, precisamente, a través de las limosnas y de los lampadarios. 

En Santiago, se han escogido tres ubicaciones para emplazar los lampadarios, aunque se trata de una medida provisional, a la espera de que la empresa y el cabildo acuerden un tamaño de los lampadarios acorde con el espacio del templo. 

La empresa aspira a exportar este sistema tecnológico en el ámbito internacional y es por ello que está en proceso de negociaciones con santuarios extranjeros -uno de ellos ubicado en México-.

sábado, 24 de abril de 2010

La masonería, de Dan Brown a Jakin Boor

JOSÉ MARÍA GARCÍA LEÓN / DIARIO DE CADIZ

Homem20pensante1111.jpg image by valeriaevelina

No cabe duda que la masonería viene a ser como el Guadiana, un tema recurrente que de pronto aparece como, en seguida, cae de nuevo en el olvido. En este sentido he leído hace poco la última novela, para mi gusto bastante fantasiosa, de Dan Brown, que supone su versión sobre la cuestión masónica, si bien en el ámbito anglosajón y, por tanto, muy alejada de toda esa serie de leyendas y prejuicios que todavía, aún hoy, dicha cuestión suscita en España. Su tesis, la de que una buena parte de los grandes artífices de la Independencia de Estados Unidos eran miembros de la masonería y que, de paso, dejaron toda una simbología en Washington. 

Particularmente me quedo con la película "La búsqueda", igualmente fantasiosa, pero más amena y de trama mucho más trepidante, aparte de la siempre desconcertante, pero también aceptable, presencia de Nicholas Cage como protagonista. En nuestro país tenemos asimismo otra curiosa versión, entre otras muchas, sobre la masonería: la de Jakin Boor. 

Introducida por un inglés pendenciero y controvertido, el Duque de Wharton, que fundó la primera logia española, La Matritense, en una fonda de la madrileña calle de San Bernardo, aunque, por lo que se sabe, no tuvo mayor trascendencia. 

Luego, dicho Duque se quedó a vivir en España y, como quiera que murió en uno de sus disparatados viajes, fue enterrado en el monasterio de Poblet. Ni que decir tiene que cuando Franco, previamente informado de este suceso, visitó dicho monasterio, mandó que los restos del infortunado Wharton fueran inmediatamente exhumados de aquel lugar sagrado. 

Sin embargo, a lo largo de los siglos XIX y XX, la mano oculta de la masonería parece que no permaneció ajena a muchos de los entresijos de la Historia de España. De ella hablan muchos historiadores y algunos novelistas como Pérez Galdós o Pío Baroja, quien precisamente mostró su extrañeza por la falta de curiosidad de los españoles por estos temas, hasta el punto de decir que "los españoles pasaron por delante de acontecimientos extraordinarios sin el menor deseo de esclarecerlos o contarlos". 

Ilustres masones fueron, por citar tan solo algunos nombres, Ramón y Cajal, Isaac Peral, Sagasta, Manuel Azaña o Ramón Franco. Pero fue tras nuestra Guerra Civil cuando la masonería fue objeto de una tenaz persecución por parte del franquismo, que siempre la vio como un secular enemigo de España. En cierto sentido podemos decir que la obsesión de Franco por la masonería parece rayana en lo patológico, siendo su explicación más socorrida que él mismo fue rechazado por dos veces tras pedir su ingreso. 

A nadie se le oculta que dicha persecución le fue muy útil, pues, de paso, le permitió extender su reacción a todo aquel que resultara sospechoso a su persona. Todo ello no fue óbice para que se hiciera la vista gorda cuando convenía, baste citar ejemplos como los de Blas Pérez, ministro de la Gobernación en los años cuarenta y nada ajeno a la masonería, o el del poeta falangista Eugenio Montes, de la Real Academia Española, que ingresó en esta sociedad en Cádiz (1923). 

Por supuesto que tal reacción vino acompañada de toda una literatura, bastante maniquea por cierto, destinada a combatir la masonería. Entre los autores que se cuentan en este tipo de obras, casi todas ellas llenas de tópicos y de muy poco rigor histórico, destaca, la ya referida, de un tal Jakin Boor, evidentemente el pseudónimo de alguien que hasta llegó a figurar, en un rasgo de sibilino humor, en una de las listas correspondientes a las numerosas audiencias civiles que Franco tenía por costumbre conceder. Jakin Boor nos dio una versión catastrofista, casi apocalíptica de la masonería, como fuente de todos lo males de de la historia contemporánea de España.

Lo más curioso de esta historia es que Jakin Boor era el propio Francisco Franco.

sábado, 17 de abril de 2010

Laicismo y masonería




A pesar de que el origen cristiano de la masonería llamada operativa, la originaria creada por los constructores de catedrales en la Edad Media es evidente, al perderse la función de la construcción de catedrales e iniciarse la masonería especulativa, filosófica, los nuevos miembros de las logias, a partir de las guerras de religión que habían asolado Europa, promovieron la tolerancia religiosa y la libertad de pensamiento, sustituyendo la idea de Dios por la de Gran Arquitecto del Universo, de forma que todas las religiones podían abarcarse bajo la logia.

Sin embargo, la defensa de estas nuevas ideas ilustradas, como la de la libertad de conciencia, el Estado de Derecho y la separación de la Iglesia y el Estado provocó una reacción de confrontación por parte de la Iglesia Católica, que desde la bula de Clemente XII en 1738 hasta un texto del Cardenal Ratzinger de 1983 condena la masonería.

El primer texto escrito en español en defensa de la separación Iglesia-Estado está firmado por Simón Bolívar en una explicación de su propuesta para la redacción de la Constitución de Bolivia. En el texto destacan por igual su laicismo como propuesta política y su sentido de lo religioso como propuesta moral o espiritual.

El laicismo defendido por los masones va dirigido a que el Estado reconozca el derecho de las religiones a existir e, incluso, promueva su permanencia con cargo a sus presupuestos, mientras que las religiones deben reconocer que las creencias religiosas ya no son constitutivas de la esencia del Estado, ni se puede confundir pecado con delito, ni la formación religiosa es un deber. Finalmente, el Estado puede facilitar la educación religiosa, pero no puede promover en la educación el conocimiento de nada que no sea verificable científicamente, al margen de que facilite el conocimiento de la religión como fenómeno propio de la cultura.

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