Hace unos días fue publicado el artículo científico “Structural Inhomogeneity of Water by Complex Network Analysis”. En él fueron dadas a conocer un par de estructuras conformadas por moléculas de agua, que además interactúan entre sí a una velocidad pasmosa. El descubrimiento fue conseguido gracias al uso de redes complejas, una de las técnicas de análisis matemático más fascinantes y reveladoras de la última década.
La noción más simple de la molécula de agua es la de un par de esferas de igual diámetro conectadas a otra de mayor tamaño. Por supuesto, esa sólo es una conveniente representación que sólo es útil en situaciones muy limitadas. Desde otros puntos de vista el agua no es sino una turba de moléculas de H2O interactuando de forma extraordinaria y compleja según la temperatura.
En particular, el citado artículo presenta los resultados de una serie de simulaciones para comprobar la presencia de estructuras no homogéneas en el agua a temperatura ambiente. Encontraron que cualquier volumen de agua presenta dos tipos de estructuras: una dispersa y una concentrada. Ambas estructuras tienden a apartarse y recombinarse entre sí en fracciones de segundo: entre 200 y 400 femtosegundos (milbillonésimas de segundo).
Bajo esa dinámica, los átomos de hidrógeno tienden a convertirse en una suerte de nano ganchos a los que otros como el Carbono y el Nitrógeno pueden asirse con suma facilidad. Como consecuencia, el agua no sólo es un simple solvente, sino el medio más poderoso para la evolución de moléculas mucho más elaboradas como las que permiten la vida: enzimas, proteínas y, por su puesto, ADN.
Vamos, no hay líquido conocido que iguale las propiedades del agua y tal vez se deba a la exclusiva arquitectura de su red de moléculas. Y es que como reza el cliché, “el agua es vida”.
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