martes, 7 de septiembre de 2010

Cesar Vidal y ... ¡manda güebos!



Entre el 31 de agosto y el 9 de noviembre de 1888 cinco mujeres fueron asesinadas en Londres. Se atribuyeron a Jack. No fue así

1888 fue un año de horribles asesinatos. Mary Ann Nichols, el 31 de agosto; Annie Chapman, el 8 de septiembre; Elizabeth Stride y Catherine Eddowes, ambas el 30 de septiembre y Mary Jane (Marie) Kelly el 9 de noviembre. Tras este último crimen, el asesino dejó de matar anunciándolo en una nota dirigida a la Policía. Todas las víctimas ejercían la prostitución y fueron muertas mediante un corte profundo de izquierda a derecha en la garganta, de noche y en la calle. Estas circunstancias llevaron a muchos a atribuir los crímenes a un psicópata sexual.

La realidad fue menos prosaica. El príncipe Alberto Víctor, duque de Clarence, hijo del entonces príncipe de Gales –que luego sería Eduardo VII– había sido amante de una católica llamada Annie Elizabeth con la que había contraído matrimonio secreto y de la que tuvo una hija llamada Alice Margaret. En una época en que la monarquía victoriana sufría un acoso considerable de republicanos y socialistas se temía que aquel matrimonio debilitara la estabilidad de la institución. Resultaba por tanto imperativo acabar con él y con sus testigos. La reina Victoria convocó, al borde de la histeria, al primer ministro, el marqués de Salisbury y le exigió que solucionara el enredo. 

Así, siguiendo órdenes de Salisbury, la Policía metropolitana detuvo en 1888 a Annie Elizabeth. No sucedió lo mismo con la niña porque Marie Kelly, que había sido testigo de la boda, la tomó a su cuidado y corrió a refugiarse con ella en el East End. El duque de Clarence no volvió a reunirse con Annie Elizabeth y murió en extrañas circunstancias en 1892. Su infeliz esposa fue declarada loca y murió en 1920 en un manicomio. Sin embargo, Marie Kelly – que comenzó en 1888 a ejercer la prostitución – contó el secreto a algunas compañeras y pidió dinero a la familia real a cambio de no pasar la información a la prensa sensacionalista. Para zanjar la situación, Salisbury, masón de alto rango, se puso en contacto con el doctor William Gull, médico de la reina y también masón que ya había practicado algunos abortos para evitar problemas a la Casa Real. Con la ayuda de otro masón, Robert Anderson, el segundo jefe de la Policía metropolitana, Gull consiguió los datos de las prostitutas que conocían el secreto. Un equipo de cinco hombres perpetró los asesinatos. Tan sólo Catherine Eldowes no tenía nada que ver con la extorsión, pero era amiga íntima de Marie Kelly y ocasionalmente utilizaba incluso su nombre, lo que le costó ser asesinada por error. 

Finalmente, con el asesinato de Marie Kelly, el colectivo «Jack el Destripador» alcanzó su último objetivo y se disolvió. Para entonces había causado cinco asesinatos siguiendo un ritual masónico que incluía el degollamiento propio del juramento del aprendiz y el destripamiento relacionado con la iniciación en el grado de maestro, actos que pretenden castigar en la masonería la revelación de secretos. Al final, «Jack el Destripador» había sido algo más cercano a una logia que a un psicópata sexual.

Fuente: Cesar Vidal (La Razón)

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