domingo, 24 de junio de 2012

Alban Heruin




El año céltico se divide en dos partes de seis meses, que respectivamente se relacionan con las creencias sobre los dos mundos, el mundo de la Luz y el mundo de las Sombras (Samos y Giamos). Estas mitades a su vez están divididas en semi-estaciones de 45 días. Y aunque el calendario celta gira en torno a cuatro grandes fiestas: Imbolc, Samhain, Beltane y Lughnasadh, que señalan las 4 estaciones de 3 meses, hay otras fiestas menores, que se han hecho coincidir en el transcurso de los tiempos con el santoral cristiano. Este es el caso de la celebración del solsticio de verano, o lo que es lo mismo, la del 24 de junio, la Noche de San Juan, el Alban Heruin.

Alban Heruin (luz de la ribera, orilla o litoral), Coamhain, Mediosaminos, Là Fhéile Eoin, An Fhéill-Eoin, Gwyl Ifan, Golowan, incluso Randaghadh (que es un término de origen rúnico que también significa mitad del verano), son nombres que recibe la festividad en distintos países celtas, pero para los druidas conserva el genérico nombre de Alban Heruin. No existe ninguna certeza sobre una concreta celebración celta para la festividad del solsticio de verano, pero igual que ocurre con los otros solsticios, bien a consecuencias de influencias germánicas, bien a consecuencias de influjos cristianos, la festividad hoy por hoy se halla bien asentada en todo ámbito céltico, aunque los seguidores druídicos actuales insisten en festejarla en la fecha astronómica exacta, el 21 de junio del calendario gregoriano, no el 24 de junio como viene siendo habitual.

Muchos investigadores cuentan que Coamhain era la fiesta más importante de los celtas y también la de más derroche, puesto que se festejaba en una época de abundancia. Ya la diosa Madre, en su apariencia de Reina de la Abundancia, se encuentra simbólicamente embarazada de una exuberante cosecha, mientras que el dios Bel o Belenos, su esposo y fecundador, está en el ápice de su virilidad y se muestra en el aspecto de Sol Supremo. 

Esta fiesta se celebra en uno de los dos momentos del ciclo de la Rueda Anual en que la distancia angular del Sol al Ecuador celeste de la Tierra es máxima. Es el solsticio de verano, el día más largo, donde el poder de las Sombras tiene el reinado más corto. Es el punto álgido de Samos, el triunfo de la Luz y de su energía.


Una faceta importante del solsticio de verano en diversas comunidades celtas de antaño e incluso actuales, es la construcción de fogatas circulares en algún punto que tuviera alguna importancia ritual, como un pozo sagrado, un cruce de caminos... La fogata se encendía en el justo momento del ocaso y se la bendecía para consagrar sus poderes en la protección de los cultivos que estaban creciendo. Hoy en día se sigue popularmente el ritual, pero desgraciadamente la mayoría de personas desconocen su significado. 


Para estas fogatas se designaba a un miembro de la comunidad para que vigilara su construcción; esta persona a su vez también recitaba invocaciones y plegarias sobre las llamas con el fin de que no decrecieran en intensidad y para conseguir que la influencia del mágico fuego sextendiera su ámbito hasta los campos cercanos, donde los cultivos esperaban para crecer satisfactoriamente en bien de la comunidad. Con tal fin se prendían antorchas y teas de la propia fogata y los más atrevidos jugaban con el fuego, lanzándolas por el aire, corriendo con ellas campo a través e incluso haciendo procesiones con antorchas encendidas y encendiendo ruedas y lanzándolas por pendientes. Estos rituales han persistido hasta nuestros días, si bien los fuegos de artificio en muchos lugares de Europa han suplantado en parte a los antiguos rituales.  


Conforme la fiesta iba progresando y las llamas de las fogatas iban decreciendo en intensidad, las gentes saltaban por encima del fuego, como un ritual más de buscar la bendición de las llamas y su poder para sí mismos.

En la actualidad, seguimos celebrando el solsticio con fogatas, igual que antaño, siendo éstas la atracción y el ritual central de la fiesta. Cuando las llamas crepitan y absorben nuestra atención con su mágica danza, es el momento de meditar en los aspectos más benéficos de la energía del fuego y sobre este día de máxima influencia solar. 


Podemos incluso encender nuestra propia tea; podemos bailar alrededor de la hoguera acercándonos tanto al fuego como nos lo permita nuestra piel, para recibir el calor mágico del fuego en esta noche ancestral. Una vez que la hoguera se haya extinguido y sólo resten brasas y cenizas aún ardientes, es el adecuado momento de saltar por encima para recibir la última bendición, incluso este salto ritual podemos hacerlo con nuestra pareja. 

Cualquier sustancia u objeto recogido durante esta noche adquiere prodigiosas virtudes. Especialmente plantas y flores, junto con el hecho de que antaño las cultivaran exclusivamente mujeres, evocan fácilmente la presencia de una tradición femenina de culto a la Madre Tierra.  

Otra costumbre menos tardía, que dio a esta fiesta el apelativo de "verbena" que todavía se conserva, era la practicada en algunos lugares por las mozas casaderas, que iban a recoger  la planta verbena a las doce de la noche en la víspera de San Juan, creyendo que con ello conseguirían el amor del deseado por su corazón. Igualmente existían numerosos ritos y filtros de amor en torno a dicha planta. La pareja que saltaba unida la hoguera se decía que conseguiría así felicidad y buena fortuna. Las mozas arrojaban guirnaldas trenzadas por ellas a sus amados a través de las llamas y ellos debían cogerlas antes de que cayesen al fuego.  

Pero la noche solsticial no se limita únicamente a la fiesta del fuego y sus poderes. El culto a las aguas tiene en esta noche uno de sus puntos más brillantes. Las aguas del mar, del río, del lago, de una fuente, incluso el rocío de los campos, tienen sus virtudes especiales, de las que no disfrutan el resto del año. Y como acto final del ritual, se puede acudir al monte o a la playa más cercana para ver “danzar el sol” cuando se nos presente en su amanecer. Será el momento de darle nuestra más cordial bienvenida al Sol, en su día más enérgico y amplio.

tomado de La Gata y el Buho

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