martes, 17 de diciembre de 2013

El sueño de Ícaro



El animal curioso que es el hombre siempre ha sabido enfrentarse a números retos. Uno de estos es el deseo de volar. Éste es un rasgo humano universal que la mitología griega fue encarnado por el hijo del gran inventor Dédalo: Ícaro. 

Este sueño de Ícaro ha servido de fuera motriz, a lo largo de la historia de la ciencia, para números avances tecnológicos que han resultado en que hoy en día el Homo sapiens es capaz de surcar los cielos en sus máquinas voladoras, alcanzando incluso otros planetas. Ícaro murió por que se elevó tanto que el sol dañó sus alas, pero a lo largo de la historia, el hombre ha experimentado y hoy en día el volar se ha convertido en el medio de transporte más seguro.


El sueño de Ícaro fue compartido por ilustres científicos y pensadores  como Roger Bacon en 1250 y Leonardo da Vinci hacia 1490, donde inspirados en las alas de Dédalo pusieron las bases de los primeros aerodinos: ornitópteros que son aeronaves que obtiene el empuje necesario del movimiento batiente de sus alas de forma análoga a como lo hacen las aves y de ahí su nombre que en griego significa "con alas (en griego= pteros) de pájaro (en griego ornos, ornitos)".

 


La observación del vuelo de las aves ha llevado a diversos pensadores y científicos a través de la historia a diseñar máquinas basadas en este principio, pero el principal obstáculo para su funcionamiento ha sido la relación entre la fuerza aplicada y el empuje obtenido. Desde ahí ... y a tres de múltiples diseños llegamos a al Transbordador Espacial.

1490, Máquinas Voladoras de Leonardo da Vinci

1895, Otto Lilienthal en uno de sus vuelos

1899, planeador de Percy Pilcher

1902, el Ornitóptero de Eduard Frost

1923, el Autogiro de Juan de la Cierva

El Concorde ... nació conmigo (1969 realizó su primer vuelo) y aún no ha sido superado.


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