domingo, 6 de enero de 2013

El futuro en verso


El oráculo de Delfos fue un gran recinto sagrado dedicado al dios Apolo y al que acudían los griegos para preguntar a los dioses sobre las cuestiones más diversas. La consulta al oráculo, tenía lugar en el interior del templo de Apolo, el lugar más sagrado e imponente del santuario, del que hoy sólo quedan ruinas. En su interior, en un misterioso recinto denominado adyton, se refugiaba la Pitia -o Pitonisa (Πυθια)- para entrar en trance y hablar en nombre del dios. En aquel recinto, auténtico sancta sanctorum del templo, se custodiaban hojas de laurel, la piedra sagrada u omphalos que marcaba el centro del mundo, y el trípode o trono sobre el que se sentaba la sacerdotisa para realizar el vaticinio. Los consultantes tenían una entrevista con ella unos días antes del oráculo. El oráculo se celebraba un día al mes, el día 7 que se consideraba como la fecha del nacimiento de Apolo. Los consultantes eran de todo tipo, desde grandes reyes hasta gente pobre. En primer lugar se ofrecía un sacrificio en el altar que había delante del templo. A continuación se pagaban las tasas correspondientes y por último el consultante se presentaba ante la Pitia. Aunque el consultante accedía al adyton, en ningún momento podía ver a la Pitonisa, oculta tras algún tipo de estructura, y tampoco podía plantear su pregunta directamente, sino que debía plantearla a través de los sacerdotes o prophetai. A continuación la sacerdotisa entraba en trance, recibiendo la “inspiración” de Apolo y recitando unas palabras apenas inteligibles que debían ser interpretadas por los sacerdotes. La Pitia daba respuestas en verso, pero a mucha gente le parecía extraño que, siendo Apolo el dios de la música, tuvieran las predicciones tan mala calidad rítmica y melódica. Así que pronto la pitonisa comenzó a predecir en prosa. La respuesta, siempre ambigua –lo que permitía acertar más fácilmente– era anotada en el libro de los oráculos, y entregada al consultante. Uno de los enigmas con el que se enfrentan los estudiosos del tema es el gran número de aciertos que tuvo el oráculo de Delfos. La fe en él era total, incluso si se equivocaba porque en ese caso se decía que el fallo era la interpretación de lo dicho y no el oráculo en sí.

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