viernes, 22 de enero de 2010

Visita Ineriora Terrae Rectificando Invanies Occultam Lapidem




En la sociedad actual, donde determinados aspectos del pasado se encuentran mitificados, surge la duda de que y quienes eran los alquimistas. Se plantea la cuestión de cual era el objeto de su búsqueda y ... por supuesto ... qué llegaron a saber y qué lograron encontrar. Así mismo, como químico, cabe también otra pregunta clave sobre si la esencia de la alquimia (como arte) se mantiene en la química moderna (como ciencia).

En este sentido debemos comenzar por el principio. Debemos iniciar un proceso ab initio buscando un hilo conductor. Y este nexo se establece en el concepto de transformación, ya que, sin lugar a dudas, uno de los primeros fenómenos que intrigaron al hombre primitivo fue la transformación de la materia. Cualquier mente curiosa que despierta a su entorno observará y se preguntará por qué la materia cambia. Cualquier humano que despierta a su entorno se maravillará al observar como una nube se transforma en agua, observará como el agua dulce se transforma en salada, analizará como la semilla se transforma en planta o analizará como la flor se transforma en fruto … y el hecho de algunos de esos frutos en unas condiciones determinadas se transformases en un embriagador licor no solo despertó un rudimentario espíritu científico sino que también otro tipo de pasiones.

Estos fenómenos naturales de transformación fueron objeto de estudio pero, sin lugar a dudas, la observación de estos cambios en la materia indujo al humano la necesidad de indagar en la posibilidad de ser capaz de inducir cambios en la materia o acelerar dichos cambios, y en este sentido el fuego dio lugar a una pequeña revolución ya que las transformaciones producidas por medio del fuego daban resultados casi inmediatos. Y con el dominio del fuego, el hombre primitivo comenzó a hacer experimentos para transformar materias. La combustión de la madera (que se transforma en ceniza, humo, y desprende luz y calor), el asar carne (proceso que nos sigue gustando hasta nuestros días), el cocer ladrillos y hornear alfarería fueron pasos clave en la exploración emprendida por el humano.

Mas tarde, por medio del fuego se purificaron, moldearon y alearon minerales, como el cobre, la plata y el oro. La transformación se logra por el fuego. Y con las civilizaciones que se desarrollaron en la China, Mesopotamia y Egipto, los artesanos llegaron a producir transformaciones en materias, que llegaron a ser colorantes, drogas, vidrios, lentes, barnices, perfumes y metales.

Y de la experimentación se paso a la teorización, porque el que puede explicar lo que sucede, no es solo un visionario, sino que es dueño del secreto que le permite dominar el fenómeno y repetirlo. El dueño del secreto puede deducir de ese conocimiento, otros logros. Sin embargo en este tiempo, las explicaciones teoréticas sobre los fenómenos químicos, eran de carácter místico o mágico.

Y en este momento irrumpen en escena los antiguos griegos. Ellos casi no agregaron nada a las practicas de química que heredaron de las viejas civilizaciones vecinas, pero en cambio, refinaron las explicaciones teóricas sobre las transformaciones que observaban, ya sea en la naturaleza, ya en los talleres de los artesanos. Su gran logro fue reconocer el cambio como un fenómeno universal.

Aristóteles, en el siglo IV antes de la era moderna, formuló una teoría, que predomino en el pensamiento científico por casi 2000 años. En su teoría postulo que existe una materia primaria y 4 cualidades. Las cualidades son: calor, frío, humedad y sequedad. Según las cualidades que se impregnen en la materia primaria, así se producirían 4 elementos. Los elementos son fuego (caliente y seco), aire (caliente y húmedo), tierra (fría y seca) y agua (fría y húmeda). Todas la materia era el resultado de una combinación de esos elementos en diferentes proporciones. Así la combinación adecuada de los 4 elementos con las 4 cualidades, permitiría la síntesis de lo que la voluntad desease (por ejemplo oro). Mas tarde, Aristóteles agrego un quinto elemento, éter, al que definió como la sustancia perfecta. Este, sería el elemento del cual se compondrían los cuerpos celestes.

Y junto al gran Aristóteles, otros nombres surgen de la historia con teorías que se aproximan mucho de forma cualitativa a las ideas que hoy cimientan a la química moderna. Demócrito y Leucipo plantearon que la materia estaba compuesta de partículas indivisibles que llamaron átomos. Estos átomos se encontraban en constante movimiento y la transformación de la materia era fruto de la colisión entre estas partículas. No debemos olvidad que en 1808, Dalton retomaba el concepto de átomo y que en los años 20 del siglo pasado la Teoría de Colisiones constituyó la primera explicación plausible del proceso por el que se produce una reacción química.

Pero retornemos a la época clásica, y allí, luego de innumerables experimentos de transformación de los materiales, nació junto con las diversas teorías, la idea de la transmutación. O sea, no solamente transformar materiales, darles otra forma, purificarlos, separarlos de impurezas, sino transmutar (cambiar) un elemento, en otro elemento. Y en este contesto nace la alquimia, que es la antigua pseudociencia que trataba de transmutar metales básicos en oro y de descubrir una cura para todas las enfermedades, o la manera de prolongar la vida indefinidamente.

Los astrólogos creían que toda actividad humana estaba profundamente influenciada por los cuerpos celestes (el Sol, la Luna, las estrellas). Según los astrólogos, los alquimistas tendrían que aguardar una configuración favorable de los cuerpos en el firmamento, para que se produjeran sus transmutaciones en los metales. La influencia astrológica llego a atribuir a cada metal su cuerpo celeste del que provenía, o sea: el oro del Sol; la plata de la Luna; el cobre de Venus y el hierro de Marte.

El alquimista llego a ser un personaje reconocido en la escena europea. Eran requeridos y financiados por reyes y nobles, quienes tenían la esperanza de aumentar sus propios recursos.

Con el correr del tiempo, símbolos y alegorías alquimistas se hicieron extremadamente complejos. Y de la búsqueda del oro, los alquimistas pasaron su atención a la búsqueda de medicinas. Un líder de este movimiento fue Philippus Aureolus Bombast von Hohenheim, conocido para la posteridad como Paracelsus, (1493-1531), quien fue el primero en Europa en mencionar el zinc y en usar la palabra “alcohol” refiriéndose al “espíritu del vino”. Creó controversia en su tiempo porque condeno completamente la ciencia y la medicina tradicional, sosteniendo el concepto, nuevo, de que las enfermedades se producen por agentes externos que atacan al cuerpo y no por un desequilibrio interno de los fluidos corporales y mentales. La terapia tendría que estar dirigida contra esos agentes externos de la enfermedad, y sostenía que había que usar para ello medicinas basadas en experimentos químicos, o alquímicos. Este cambio fue clave en la trasformación de una pseudociencia en la ciencia moderna que es ahora.

A partir de este momento las investigaciones científicas se fueron acelerando y acumulando con el paso de los siglos, llegamos al conocimiento actual –que, si bien esta lejos de los conocimientos antiguos, también lo está todavía de ser capaz de explicar todos los secretos que aún escode el universo.

Y sin entrar en detalles científicos, dejemos sentado ya el hecho de que, el sueño de los alquimistas de la transmutación de elementos y en especial, de transformar plomo en oro, esto es provocar un cambio en el numero atómico de un átomo se ha logrado en el corazón de un reactor nuclear. Se ha logrado así preparar artificialmente todos los elementos conocidos, así como mas de 1500 radioisótopos que tienen gran valor medico y de uso industrial. O sea, que el sueño del alquimista es posible y se ha realizado: metales básicos se pueden convertir en oro. Es una pena, sin embargo, que el precio de energía requerida excede el precio del preciosos meta.

Pero los alquimistas buscaban algo más, algo que se se encerraba en la sigla VITRIOL (Visita Ineriora Terrae Rectificando Invanies Occultam Lapidem). Esa piedra oculta era la Lapis Philosophorum -Piedra Filosofal-, que representaba la sustancia pura que permitiría no solo la transmutación de los metales, sino que habría la puerta a la inmortalidad. Figuras casi desconocidas hoy en día Nicolas Flamel (1330-1413) –popularizado en las obras de fantasía que narran las aventuras de Harry Potter- brillan en el trabajo de esta búsqueda. La tradición llega a decirnos que Flamel era capaz de crear homúnculos mediante la palingenesia de las sombras (crear un cuerpo astral, animal o vegetal).

Evidentemente, el hombre no ha conseguido la Piedra Filosofal que le permita la síntesis de la Panacea Universal, pero si es un hecho que en este país en 1900 la esperanza de vida era de 35 años y en el año 2000 se cifra en 86. Esto significa el humano más que ha doblado el tiempo que tribula por nuestro planeta en los últimos cien años.

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