domingo, 29 de enero de 2012

La otra cara de Apolo




Apolo tuvo una larga lista de amantes y concubinas entre las que destacan Acanta, Arsínoe, Casandra, Calíope, Cirene, Coronis, las ninfa Dafne y Castalia, Leucótoe, Marpesa, Driope, Atusa, Hécuba, Manto, Mopso, Psámate, Quíone, Reo, Sinope, Terpsícore y Urania. Sin embargo, a pesar de la larga lista antes expuesta, Apolo fue también el  dios griego que tuvo las relaciones homosexuales más prominentes. Esto era de esperar del que era dios de la palestra, el lugar donde los jóvenes se reunían para practicar atletismo, siempre desnudos, y de quien se decía que representaba al educador ideal y por tanto erastes (o amante de muchachos) ideal. 

Hay que decir que todos sus amantes eran más jóvenes que él, al estilo de las relaciones pederastas griegas de la época. Además, la mayor parte de los jóvenes amantes de Apolo murieron «accidentalmente», un reflejo de la función de estos mitos como parte de los ritos de pasaje, en los que el joven moría para renacer como adulto. Los dos mas prominentes fueron Jacinto y Cipariso. El primero era un príncipe espartano hermoso y atlético. Ambos estaban practicando el lanzamiento de disco cuando Jacinto fue golpeado en la cabeza por un disco desviado de su trayectoria por Céfiro, que estaba celoso de Apolo y también amaba a Jacinto. Cuando éste murió, se dice en algunas versiones que Apolo se vio tan embargado por la pena que maldijo su propia inmortalidad, deseando unirse a su amante en su muerte, y convirtió a Céfiro en viento para que nunca volviera a tocar ni hablar a nadie. De la sangre de la herida de su amante Apolo creó la flor del jacinto en memoria de su muerte, y sus lágrimas mancharon los pétalos de la flor.

En el caso de Cipariso, este era un descendiente de Heracles. Apolo dio al muchacho un ciervo domesticado como compañero, pero Cipariso lo mató accidentalmente con un pilum cuando éste yacía dormido entre la maleza. Cipariso pidió a Apolo que hiciera que sus lágrimas cayesen para siempre. Apolo transformó al triste muchacho en un ciprés, del que se dice que es un árbol triste porque su savia forma gotitas como lágrimas en el tronco

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