sábado, 27 de febrero de 2010

Anticipándose 4 siglos a los astronautas

Francisco de Holanda (1517 – 1584) comenzó a escribir en el año 1545 un libro titulado "De aetatibus mundi imagines" que pretendía hacer una crónica gráfica del mundo en 164 imágenes. Obviamente la obra se inicia representando el Génesis bíblico, momento que recoge la imagen superior. La mayoría de los dibujos que este artista portugués de origen flamenco preparó para el libro, fueron hechos a lapiz y quedaron incompletos, sin embargo existen unos pocos acabados y policromados como el que ilustra el post. La ilustración sobre la creación es realmente peculiar por algo en concreto, por primera vez la Tierra aparece plasmada en colores azul y blanco (hasta ese momento se representaba en marrón y blanco) los mismos que los astronautas contemplarían 4 siglos después.

Trabaja con su padre, iluminador, en la corte portuguesa en tiempos de Juan III, cuando por su valía es invitado a formar parte del séquito del embajador portugués, Pedro de Mascarenhas, en su viaje a Roma, donde permanece desde 1538 hasta 1540. Allí llega a conocer y tratar a las figuras más destacadas de la vida romana, acudiendo a los principales círculos intelectuales y artísticos. Con apenas 20 años, fue discípulo de un maduro Miguel Angel mientras dibujaba la Capilla Sixtina (quizás de ahí provenga cierta influencia).  . Comienza en ese momento su colección de dibujos de artistas italianos relevantes. A su vuelta a Portugal plasma en sus obras todos sus conocimientos. El códice De aetatibus mundi imagines es el más tardío de los tres conservados de este artista. Lo identifica F. Cordeiro Blanco en 1953 entre el fondo de dibujos de la Biblioteca Nacional y lo estudia en profundidad S. Deswarte. En la obra destaca la compleja iconografía plagada de citas y detalles eruditos tomados directamente de sus vivencias romanas que reflejan su infatigable curiosidad intelectual. Las imágenes, que se desarrollan en escenarios arquitectónicos renacentistas, se complementan con inscripciones en latín que recogen citas de autores latinos clásicos dentro del sentimiento renacentista de respeto y admiración hacia la Antigüedad. Distribuye la obra en seis edades: cinco para el Antiguo Testamento y una para el Nuevo Testamento, finalizando con el Apocalipsis. A lo largo de sus páginas se aprecia un predominio de la parte gráfica sobre la escrita.

Francisco de Holanda es, sin duda, el prototipo de artista renacentista, polifacético y de sólida formación humanística.

De Aetatibus Mundi forma parte de los 10 manuscritos más importantes de la Biblioteca Nacional de España. Este tesoro bibliográfico es un manuscrito de 178 páginas, totalmente dibujadas con la técnica de guaches y aguadas, sobre papel verjurado con marcas de agua. Sus dimensiones son 43 x 30 cm y está encuadernado en terciopelo de seda carmesí.

viernes, 26 de febrero de 2010

Números Aleatorios



Dentro del estudio de la estadística y la probabilidad, se define como aleatorio aquel resultado que es impredecible o fruto del azar. No es posible llegar hasta él siguiendo una secuencia. Matemáticamente hablando, el azar, la lo aleatorio se estudia en Estadística y Probabilidad.

Existen numerosas situaciones cotidianas en las que interviene el azar. Tenemos que distinguir en este punto que hay varios tipos de azar. Es decir, el desconocimiento absoluto del resultado y el azar en un sistema determinista que involucra tantas variables que al final, el resultado es impredecible.

Por ejemplo: teóricamente sería posible que al tirar un dado físico pudiéramos evaluar todas las condiciones y predecir el resultado. Pero en la práctica intervienen tantos factores: forma, peso, densidad, el fluido del aire, turbulencias, la fuerza de la gravedad, etcétera que podemos considerar como azar el hecho de tirar un dado y ver qué resultado se obtiene.

El número de veces que ocurre un suceso con respecto al número de veces que se realiza el experimento tiende a lo que llamamos “probabilidad”. Es decir: conforme el número de repeticiones del experimento tiende a infinito, la frecuencia con la que ocurre el suceso tiende a un valor que llamamos probabilidad. Por ejemplo, la probabilidad de que al tirar un dado de seis caras salga una cualquiera es la misma y vale .

Si realizamos millones de veces el experimento veremos como el número de veces que obtenemos un valor determinado se va aproximando a esto. Podemos asignar a priori cuánto vale la probabilidad porque conocemos de antemano el espectro de valores posibles que puede tener el experimento.

Generar números aleatorios

Hoy en día existen métodos numéricos que, si bien no nos pueden dar números aleatorios realmente, sí que pueden conseguir una pseudoaleatoriedad bastante buena en el sentido de que es difícil poder predecir la secuencia de generación. Los algoritmos de números aleatorios normalmente empiezan con un valor inicial o semilla al que se le aplican una serie de cálculos más o menos complejos dependiendo del grado de azar deseado y llegamos a un resultado. El número no es aleatorio puramente pero si el algoritmo es lo bastante bueno, puede parecerse a lo que buscamos: el ruido.

Asociamos intuitivamente “ruido” a un sonido que no sigue ningún ritmo en particular, que varía en intensidad y frecuencia, etcétera. Justamente una señal aleatoria. Cuando encendemos un televisor analógico y escaneamos la banda de UHF, la nieve es ruido. No existe una secuencia predecible en él.

En un ordenador no podemos aspirar a tener un número aleatorio salvo que la semilla del algoritmo ya lo sea. Podemos describir una secuencia pseudoaleatoria que nos lleve a conseguir un conjunto de números aleatorios. Está claro que hoy en día con los ordenadores modernos y su potencia de cálculo es más fácil conseguir números pseudoaleatorios. Pero antes no lo era tanto.


“A Million Random Digits with 100,000 Normal Deviates” es un curioso libro publicado en 1955. Parece el típico libro de tablas que tiene la gente especializada en un campo para ayudarle en su tarea. Y aunque el uso de tablas matemáticas es muy habitual, su creación puede ser el trabajo de toda una vida. No sería una exageración decir que muchas vidas se han perdido por culpa de tablas con errores de cálculo. No fue el primero, ya en 1927 la Cambridge University publicó un libro con 41600 dígitos aleatorios.

Durante el siglo XIX, la producción de tablas matemáticas era fundamental para cualquier trabajo científico y la dependencia de éstas era crucial. Mucha gente dedicaba su vida entera a hacer este tipo de tablas. A menudo, las tablas publicadas en siglos pasados iban siendo revisadas con sucesivos añadidos. Algo que cualquier calculadora cutre de hoy en día hace, lleva detrás el sufrimiento y quebraderos de cabeza de muchos matemáticos a lo largo de la historia.

Como ya he dicho antes, se intentaban conseguir listas de todo tipo y, entre ellas y por sorprendente que parezca, de números aleatorios. En este libro, las primeras 25 páginas muestran el método de obtención de los números y el resto es una lista de un millón de números generados con este procedimiento.

El método básicamente consiste en una especie de ruleta electrónica cuya “semilla” era una señal aleatoria de ruido. Los dígitos son dispuestos en una manera particular y codificados en tarjetas perforadas de IBM. Entonces, se hacían pasar por un ordenador y los resultados eran analizados para comprobar que realmente no tenían ningún patrón reconocible. El resultado fue publicado siguiendo el modelo 856 de IBM y encuadernado en forma de libro.

El quid de la cuestión está en la señal pulsante de frecuencia aleatoria que alimenta al sistema como semilla. De hecho, cualquier sistema generador de ruido serviría y en los años 40 era común utilizar una válvula termoiónica (parecida a un tiratrón) para este tipo de experimentos.

Utilizar este libro conllevaba un ritual muy curioso: abrir el libro por una página cualquiera. A ciegas elige un número de 5 cifras. Este número reducido a módulo 2 determina la línea de comienzo y los dos dígitos a la derecha, determinan la columna. Y además, toda una serie de consejos para evitar acabar abriendo siempre el libro por las mismas páginas. A la izquierda de estas palabras, se encuentra un extracto del libro.

En los ordenadores UNIX existe un dispositivo llamado /dev/random que usa el ruido aleatorio de su entorno para generar números. También tenemos por ejemplo http://random.org donde podemos generar los que queramos.  Mucho más asequible sin duda.

jueves, 25 de febrero de 2010

Constante de Kaprekar


El número 6174 es conocido como la Constante de Kaprekar o la Operación de Kaprekar en honor de su descubridor el matemático indio D. R. Kaprekar. Este número tiene una interesante propiedad. Si se siguen los siguientes pasos:

  • -Escoger cualquier número de cuatro dígitos (con limitadas excepciones).
  • -Ordenar los cuatro dígitos en orden ascendente, para obtener el minuendo de una resta.
  • -Ordenar los mismos cuatro dígitos en orden descendente, para obtener el sustraendo de la misma resta.
  • -Calcular el resto, restando el sustraendo del minuendo.
  • -Si el resto no es igual a 6174, repetir los cuatro pasos anteriores, añadiendo ceros a la derecha al minuendo y a la izquierda al sustraendo, siempre que sea necesario para completar los cuatro dígitos.
Esta operación, repetida si es necesario en varias ocasiones (nunca más de siete veces), termina dando el resultado 6174. El proceso termina porque si se sigue repetiendo la secuencia de pasos, se sigue obteniendo el mismo resultado ya que 7641 – 1467 = 6174.

Por ejemplo, supongamos que partimos del número de cuatro dígitos 5342:

5432 – 2345 = 3087
8730 – 0378 = 8352
8532 – 2358 = 6174

Excepciones: los únicos números de cuatro dígitos para los que esta función no funciona son aquellos en los que los dígitos se repiten, como, por ejemplo, el 1111, debido que su sustracción resulta en el número cero ya después de una primera resta. Números de cuatro dígitos con tres números repetidos, como por ejemplo, el 1112, resultan en 999 después de una iteración de la resta, y resultarían en 0, después de una segunda, si no se añadieran ceros a la derecha al minuendo y a la derecha al sustraendo para completar los cuatro dígitos, del siguiente modo:

2111 – 1112 = 0999
9990 – 0999 = 8991
9981 – 1899 = 8082
8820 – 0288 = 8532
8532 – 2358 = 6174

miércoles, 24 de febrero de 2010

La Criba de Eratóstenes


La criba de Eratóstenes es un algoritmo que permite hallar todos los números primos menores que un número natural dado N. Se forma una tabla con todos los números naturales comprendidos entre 2 y N y se van tachando los números que no son primos de la siguiente manera: cuando se encuentra un número entero que no ha sido tachado, ese número es declarado primo, y se procede a tachar todos sus múltiplos. El proceso termina cuando el cuadrado del mayor número confirmado como primo es mayor que N.

Imagen: criba eratostenes 200

martes, 23 de febrero de 2010

Carta astral de los Hijos de la Viuda


El 24 de junio de 1717 nació oficialmente en Londres la masonería contemporánea. Ese día cuatro logias se federaron formando la Gran Logia Unida de Inglaterra, también llamada obediencia o masonería regular, y proyectaron dotarse de un órgano que coordinara y aunara criterios. Su primer gran maestre fue Anthony Sayer, pero al año siguiente le sucedió George Payne, que reunió y compiló documentos históricos de la antigua masonería, gracias a los cuales se promulgaron las Constituciones de Anderson

BUENA ESTRELLA
La carta astral del acontecimiento es sumamente interesante y está marcada por una conjunción de planetas benéficos en Cáncer (Sol, Venus y Júpiter) que exalta las características de fraternidad o hermandad tan relacionadas con este movimiento y con su carácter íntimo y familiar, de hogar común. Pero la reunión de planetas benéficos en Cáncer también nos indica que la sociedad vino al mundo bajo una buena estrella y tuvo un comienzo afortunado que era una garantía de éxito de cara al futuro. 
Y, efectivamente, a pesar de la pronta condena de la Iglesia, la masonería se expandió rápidamente: aparecieron logias por toda Europa y América del Norte que atraían a su seno a las personas más poderosas e ilustradas de la época. La Luna en Capricornio se encuentra en afinidad con las elevadas aspiraciones espirituales, políticas y sociales de este movimiento. Saturno se encuentra exaltado en Libra en conjunción con el nodo norte de la Luna, confirmando el carácter racional, ascético y ceremonial de la masonería. Indica que no se trata de un movimiento místico, sino de un trabajo evolutivo serio y sujeto a severas normas.

ESCRITO EN EL FIRMAMENTO: ESPIRITUALIDAD Y CEREMONIAL
El nacimiento de la masonería se caracterizó, según su carta astral, por los siguientes rasgos:
- Naturaleza fraternal.
- Carácter ceremonial.
- Elevadas aspiraciones espirituales.
- Buena suerte.
- Objeto de polémica.

ACTIVIDAD ARRIESGADA
Otro aspecto de indudable interés es la cuadratura que forman los gigantes Júpiter y Saturno, astros regentes del destino, claramente relacionada con la persecución que la masonería sufrió por parte de la Iglesia y de los gobiernos católicos y tradicionalistas, lo que en muchos casos la obligó a transformarse en una sociedad secreta o, cuando menos, bastante discreta. Desde el principio la masonería fue objeto de toda clase de polémicas, así como de muchas adhesiones y muchos rechazos apasionados. Pertenecer a ella no estaba exento de riesgo.

SERIEDAD Y DISCIPLINA
La Luna en Capricornio se relaciona, entre otras características, con el carácter racional serio, disciplinado y ceremonial de la masonería.


lunes, 22 de febrero de 2010

Madrid Masónico

Los orígenes de la masonería provienen de los gremios de constructores de catedrales de la Edad Media, aunque sus símbolos y tradiciones podrían haberse originado en el Antiguo Egipto. Por ello, el mejor lugar para comenzar la ruta en el Templo de Debod (Paseo de Rosales s/n). La masonería toma muchos de sus símbolos de la cultura del Nilo, como por ejemplo, el ojo de Horus, así como los tres grados: aprendiz, compañero y maestro. El mito fundacional de la masonería, el asesinato del arquitecto del templo de Salomón, Hiram Abid, a manos de sus compañeros, está también presente en la mitología egipcia. El símbolo clave de la masonería, el triángulo, responde a las tres virtudes básicas de la masonería: belleza, sabiduría y fuerza. (...)


En el Templo de Debod, el discreto monumento de Egipto del que disfrutamos en Madrid, tiene en algunos de sus muros interesantes inscripciones en las que se pueden observar a dioses y faraones cogidos de la mano, una "cadena de unión" que los masones han heredado y representa la fraternidad.

La segunda parada es el Hotel de Santo Domingo (Plaza de Santo Domingo, 13) un hotel con encanto que esconde un truculento secreto. Bajo sus agradables y hogareñas paredes estuvo el primer tribunal de la Inquisición, asunto que la actual dirección no tiene ningún deseo de ocultar - el restaurante se llama 'Inquisición'. La vicedirectora resalta que en la conversión del edificio, de apartamentos a un hotel, se ha respetado todo lo posible. En este edificio, que albergó el tribunal que tanto persiguiera a la masonería, también se encontró en la reconstrucción una logia masónica. Esto se puede saber porque la planta de los lugares de reunión de las logias responde a un esquema rígido característico.


La primera logia de España fue una de las primeras del mundo, fundada por el Duque de Wharton en 1728 en el Hotel las Tres Flores de Lis, que ahora estaría en plena Gran Vía. La tranquilidad le duró poco a los primeros masones, puesto que ya en 1751 fueron prohibidas sus reuniones. Aquí comienza la leyenda negra que los relaciona con el satanismo y la herejía. El ministro de Fernando V, el Marqués de la Ensenada, comienza su persecución. Esta es la época en la que se sitúa la novela de Giner, en el período de introducción y temprana represión de los masones.

Los grandes enemigos de la Logia eran los jesuitas, y fue un miembro de la Compañía de Jesús el primero que se infiltrara en la organización para denunciar a sus componentes.


La siguiente parada es el Ateneo (c/ Prado 21), un lugar de reunión muy popular entre los masones decimonónicos y hoy importante por su simbología. El objeto de nuestra atención será el techo del Salón de Actos, un precioso fresco de Antonio de Mélida de un estilo increíblemente moderno para su época. Los símbolos abundan, y todos ellos hallan su significado en el imaginario masón. Una especie de dios asexuado es centro de la composición, situado sobre una escalera de siete escalones, número mágico que se corresponde con el de la creación del mundo por parte del Gran Arquitecto del Universo. El Gran Arquitecto se encuentra dentro de una estructura compuesta por dos columnas que representan la fuerza y la belleza y coronada por un triángulo y un cenotafio (una urna para las cenizas de un muerto). En el fresco hay dioses griegos, esfinges egipcias y gárgolas góticas, revelando las múltiples influencias del pensamiento masónico, que le dan al fresco un aire ciertamente pagano...

Foto: EP

La penúltima parada es el cementerio de San Isidro (Paseo de la Ermita del Santo s/n) un camposanto cristiano donde existe una tumba, no sólo completamente laica, sino presumiblemente masona. Es un hermoso templete de Alejandro Lasalle en el que lo primero que llama la atención es que no hay ni una sola cruz. Coronándolo hay un cenotafio como el que ya vimos en el fresco del Ateneo. A cada lado de la puertezuela hay una columna en cuyo capitel brotan unas granadas, fruto que representa la expansión de las semillas de la doctrina por el mundo. Pero el detalle que le da un aire definitivamente distinto a esta tumba, y que hace que no pueda pasar desapercibida entre tanta lápida católica, son las dos largas hojas de acacia grabadas en las jambas del edificio. La acacia es la madera en la cual se construyó el arca de Noé, material incorruptible según se cuenta. Es también uno de los más importantes símbolos masones.

Otro detalle curioso es que el fallecido es cuñado de Canalejas, también enterrado en ese cementerio. José de Canalejas no fue masón, aunque si que lo fueron muchos hombres ilustres de la Historia de España, como Sagasta, Benlliure, Espronceda o Azaña.


La última parada en el restaurante 'La Capilla de la Bolsa' (Calle de la Bolsa 12). este modernísimo restaurante, recientemente renovado, está construido sobre la antigua ermita templaria de la Santa Cruz. En el siglo XVIII se convirtió en el lugar de reuniones de una de las primeras logias españolas. Un excusa perfecta para acabar aquí el recorrido y disfrutar de una buena comida.

domingo, 21 de febrero de 2010

Nikola Tesla, ni médium, ni mago, ni extraterrestre


Tesla3.jpg

Nikola Tesla (en serbio cirílico: Никола Тесла) (Smiljan, 10 de julio de 1856 – Nueva York, 7 de enero de 1943) fue un inventor, ingeniero mecánico e ingeniero eléctrico y uno de los promotores más importantes para el surgimiento de la electricidad comercial. Es mejor conocido por sus numerosas y revolucionarias invenciones en el campo del electromagnetismo a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Las patentes de tesla y su trabajo teórico formó las bases para la corriente alterna moderna (CA) y los sistemas de potencia eléctrica, incluyendo el sistema polifásico de distribución eléctrica y el motor de corriente alterna, con los cuales contribuyo a la Segunda Revolución Industrial.

Archivo:Spomen ploca Nikola Tesla 0108.JPG
placa a Tesla en Zagreb

Nació como serbio en el pueblo de Smiljan, en la frontera militar con Croacia en el Imperio austriaco (hoy Croacia). El era ciudadano del imperio austriaco por nacimiento y más tarde se convirtió en ciudadano americano. Después de su demostración de comunicación inalámbrica por medio de ondas de radio en 1894 y después de su victoria en la guerra de las corrientes, el fue ampliamente respetado como uno de los más grandes ingenieros eléctricos que trabajaba en américa. Gran parte de su trabajo inicial, fue pionero para la ingeniería eléctrica moderna y muchos de sus descubrimientos eran de suma importancia. Durante este periodo en los Estados Unidos la fama de Tesla rivalizaba con la de cualquier inventor o científico en la historia o la cultura popular, pero debido a su personalidad excéntrica y sus aparentemente increíbles y algunas veces bizarras afirmaciones, acerca del posible desarrollo de innovaciones científicos y tecnológicas, Tesla fue finalmente sometido a ostracismo y considerado un científico loco. Tesla nunca le dedicó mucha atención a sus finanzas. Se dice que murió empobrecido a la edad de 86 años.


Es quizá la fotografía más famosa de Nikola Tesla, está tomada hacia el año 1900. El inventor aparece leyendo apaciblemente en el centro de su laboratorio mientras varios rayos de millones de voltios cruzan la estancia y descargan sobre su cabeza. “Como cualquiera  se imaginará…”, reconocía más tarde Tesla en su diario, “no estaba presente mientras se producían las descargas”. La imagen era un montaje realizado mediante doble exposición, pero le sirvió durante años como reclamo publicitario.

La vida del inventor más genial del siglo XX se parece bastante a la historia de esta fotografía. A pesar de haber sido una de las mentes más privilegiadas de la historia, el creador de la corriente alterna, inventor de la radio o el control remoto, cultivó una imagen sobrenatural de sí mismo que acabaría pasando factura a su credibilidad y a la financiación de sus inventos en sus últimos años. 

En los límites de la realidad

El afán de Tesla por dejar boquiabierta a la multitud le llevó a protagonizar espectáculos que tenían más que ver con la magia que con la ciencia y a realizar los anuncios más descabellados en cuanto se topaba con un periodista. “He captado señales extraterrestres”, era capaz de asegurar, cuando no se exhibía con su bombilla sin hilos o anunciaba a los medios la creación de una “máquina de hacer terremotos”, capaz de “partir la Tierra en dos mitades”.

Con semejantes puestas en escena, no es de extrañar que algunos empezaran a ver al inventor serbio como un extraterrestre procedente de Venus o un mago capaz de lanzar rayos con las manos. Y en buena medida los inversores dejaron de creer en él por las promesas desorbitadas que nunca terminaba de cumplir.

“Nikola Tesla, el genio al que robaron la luz”, publicado por la editorial Turner, es una biografía tan fascinante como la propia vida del inventor, un repaso a los hechos del hombre que permitió iluminar las ciudades, que tomó las primeras fotografías en rayos X, que predijo los principios que servirían para inventar el radar y que diseñó los primeros misiles teledirigidos. 

El libro contiene todas las claves para entender a un personaje que se movió entre la realidad y la fantasía, y recoge sus sueños para iluminar la Tierra por la noche, construir un túnel bajo el océano Atlántico o “poner en pie un gigantesco anillo sobre el Ecuador” para viajar de un extremo al otro del planeta. 

Sin embargo, algún lector escrupuloso encontrará que la biografía cae en el mismo juego que marcó la vida del inventor: no separa sus verdaderos logros de las simples imaginaciones, cuando no se desliza por la peligrosa pendiente de lo misterioso y sobrenatural. Así, la autora llega a dar carta de naturaleza a los poderes “extrasensoriales” de Tesla (página 84) y a aceptar la existencia de entidades fantasmagóricas que aparecen en fotografías (página 120).

Un análisis distanciado

La figura de Nikola Tesla fue maltratada por algunos de sus contemporáneos (que robaron sus patentes) y olvidada injustamente por las generaciones posteriores. Lo que sobrevivió estaba envuelto en el misterio y la mixtificación (conexiones marcianas o “rayos de la muerte” capaces de quemar vastas extensiones de la tundra). Tantas décadas después, Tesla está reclamando un análisis distanciado y objetivo sobre lo que realmente logró y lo que solo fue un producto de su imaginación. Un relato capaz de separar el grano de la paja, los apabullantes logros de un inventor sin precedentes y los frutos de su imaginación desbordante y a veces disparatada.

Ese Tesla humano y equivocado, el defensor de la eugenesia, el que pretendía demostrar que la teoría de Einstein era errónea, también se asoma en las páginas del libro. Aunque se intenten minimizar sus desaciertos con la vaga excusa de que se trata del “otro Tesla”, ese anciano que paseaba por los parques de Nueva York alimentando a las palomas, ese viejo arruinado con su maleta capaz de destruir el mundo, es tan real como el genio obsesionado con conducir energía por el aire.

Tesla no fue un médium, ni un mago ni un extraterrestre. Tuvo arrebatos de genio y de falsificador. En sus papeles, intervenidos por el Departamento de Defensa, seguramente no había ningún secreto extraordinario ni ninguna fórmula para crear armas del futuro. Sus patentes, en cambio, las que registró durante sus años más creativos, sí están negro sobre blanco y han servido para desarrollar buena parte de la tecnología del siglo XX, desde el radar hasta los aviones de despegue vertical. 

Su mente fantasiosa y desbordada, sus equivocaciones, no hacen de Nikola Tesla un personaje más pequeño sino mucho más grande. Apartemos los fantasmas y quedémonos con el hombre, tal vez el inventor más brillante e imaginativo del siglo XX.

Algunas "visiones" de Tesla:
“Cualquier persona, en mar o en tierra, con un aparato sencillo y barato que cabe en un bolsillo, podría recibir noticias de cualquier parte del mundo o mensajes particulares destinados sólo al portador, la Tierra se asemejaría, pues, a un inconmensurable cerebro, capaz de emitir una respuesta desde cualquier punto”.
“Sentí el impulso entonces de acariciar el lomo de Macak, y lo que observé fue un hecho portentoso que me dejó sin habla […]. El lomo del gato resplandecía y, al pasarle la mano, saltaban crepitantes chispas que se oían por toda la habitación […] ¿Sería acaso la naturaleza como un gigantesco gato? Si así fuera, ¿quién acariciaría el lomo?”.
“En las capas altas, la atmósfera está enrarecida. Alcanzar unos cuantos kilómetros de altura en la atmósfera no entraña mayores dificultades que las de índole puramente mecánica. No hay duda de que con las posibilidades que brindan las altas frecuencias y los materiales aislantes, las descargas luminosas podrían surcar kilómetros de aire enrarecido, transportando así una energía de cientos de miles de caballos de fuerza capaces de poner en funcionamiento motores o lámparas, por alejados que estén de la central generadora”. 
“Si se construye la central pertinente en una región árida y la ponemos en funcionamiento según determinadas observaciones y pautas, podríamos extraer de los océanos cantidades ilimitadas de agua para regar o generar energía eléctrica. Aunque no viviré para verlo, alguien lo conseguirá. Estoy convencido”.

sábado, 20 de febrero de 2010

Calígula y el incesto


Muchas barbaridades le achaca el historiador Suetonio al Emperador romano Calígula (37-41), y es justo decir que, si las hubiera inventado en buena medida, como algunos le han acusado de tiempo en tiempo, al menos debería haber tenido Suetonio una imaginación muy fértil. No se escapan de estas acusaciones, las relativas al incesto.

Quizás algo tenga que ver el asunto con la megalomanía de Calígula. Por parte de su madre Agripina la Mayor (no confundir con Agripina la Menor, madre de Nerón, y hermana del propio Calígula), este individuo era nieto de Agripa, un competente militar y funcionario a las órdenes del Emperador Octavio Augusto, así como de Julia la Mayor, hija natural del mencionado Octavio Augusto (Calígula era, por tanto, bisnieto de Augusto). El problema es que Agripa era de procedencia humilde y oscura (de hecho, se sabe casi nada de sus primeros años de vida), y eso a Calígula le daba puntada de hígado. De manera que sostuvo públicamente que su madre Agripina la Mayor, en realidad era el producto de un incesto entre su abuela Julia y su bisabuelo Octavio Augusto (por si se pierden: según Calígula, Octavio Augusto se habría echado entre pecho y espalda a su hija Julia, y de ahí habría nacido Agripina, de la cual habría a su vez nacido Calígula).

Fiel a esta tradición, Calígula habría también tomado carnalmente a sus hermanas. Ellas eran Agripina la Menor (esta sí, la madre de Nerón), Drusila y Julia Livila. Suetonio dice con toda claridad: "Tuvo comercio incestuoso y continuo con todas sus hermanas, y las hacía sentar consigo a la mesa en el mismo lecho, mientras su esposa ocupaba otro" (recuérdese que los romanos no comían sentados en sillas, sino reclinados en lechos). En una ocasión, cuando Calígula era aún joven, fue sorprendido con Drusila (de creerle a Suetonio, que a veces se le pasa la rueda de chismoso), y ella habría sido casada con otro hombre. Pero Calígula la tomó de regreso, y la trató públicamente como a su esposa. ¿Y el marido cornudo? Se dejó, por supuesto, o se le iba la vida en ello. También la hizo heredera universal de sus bienes y del Imperio. El problema es que Drusila falleció en el año 38, ya siendo Calígula Emperador, y éste quedó tan trastornado, que se fugó de Roma, atravesó la Campania y llegó hasta Sicilia. Cuando regresó a Roma, traía los cabellos y la barba desmesuradamente crecidos. Desde entonces, a Drusila se le dieron honores de diosa, y Calígula no hizo desde entonces otro juramento que no fuera por la memoria de Drusila.

Se ha discutido si en realidad Calígula tenía sexo con Drusila, o con algunas de sus otras dos hermanas. Sí se sabe que Calígula no tenía empacho en que, dentro de sus orgías, sus hermanas fueran entregadas a sus compañeros para que las gozaran a discreción. Ambas tramaron una conspiración con un tal Emilio Lépido (probablemente haciéndose amantes ellas dos con él), pero el asunto fue descubierto. Lépido acabó ejecutado, y las dos hermanas desterradas. Julia Livila acabaría falleciendo en el exilio, pero Agripina se las arregló no sólo para sobrevivir a Calígula (quien murió asesinado por su propia guardia personal, dicho sea de paso), sino además para contraer matrimonio con su sucesor Claudio y envenenarlo para asegurarle la corona imperial a Nerón, antes de terminar ella misma ejecutada por su agradecido hijo, el tarado aspirante a artista... ¡Están locos, estos romanos!

viernes, 19 de febrero de 2010

La victoria de los iconoclastas o el revés de los positivismos


por GILBERT DURAND
(cap. 1 de "L'imagination symbolique")
traducido por Enrique Eskenazi

"El positivismo es la filosofía que, en un mismo movimiento, suprime a Dios y clericaliza todo pensamiento" (Jean Lacroix, "La sociologie d'Auguste Comte", p. 110)

Puede parecer doblemente paradójico querer tratar sobre "el Occidente iconoclasta". ¿Acaso la historia de la cultura no reserva este epíteto para la crisis que sacudió al Oriente bizantino en el siglo VII? ¿Y como puede tacharse de iconoclasta a la civilización que rebosa de imágenes, que ha inventado la fotografía, el cine, los innumerables medios de reproducción iconográfica?

Pero hay muchas formas de iconoclasia. Una, por defecto, rigorista, es aquella de Bizancio la cual, desde el siglo V, con San Epifanio, se manifiesta y se irá fortaleciendo bajo la influencia del legalismo judío o musulmán, y que será más bien una exigencia reformadora de "pureza" del símbolo contra el realismo demasiado antropomórfico del humanismo cristológico de San Germán de Constantinopla y después de Teodoro Estudita. Otra, más insidiosa, es de algún modo, por exceso, inversa en intenciones a la de los píos concilios bizantinos. Pues, si la iconoclasia del primer tipo ha sido un simple accidente en la ortodoxia, se tratará de mostrar que la iconoclasia del segundo tipo, por exceso, por evaporación del sentido, ha sido el rasgo constitutivo y contínuamente agravado de la cultura occidental.

En principio el conocimiento simbólico, definido triplemente como pensamiento siempre indirecto, como presencia figurada de la trascendencia y como comprehensión epifánica, aparece en las antípodas de la pedagogía del saber tal como se instituye desde hace diez siglos en Occidente. Si como O. Spengler se hace comenzar plausiblemente nuestra civilización con la herencia de Carlomagno, se nota que Occidente siempre ha opuesto a los tres criterios precedentes elementos pedagógicos violentamente antagónicos: a la presencia epifánica de la trascendencia, las iglesias opusieron dogmas y clericalismos, al "pensamiento indirecto" los pragmatismos opusieron el pensamiento directo, el "concepto" -cuando no el "percepto"- y finalmente, ante la imaginación comprehensiva "madre de error y de falsedad", la Ciencia dirigirá las largas cadenas de razones de la explicación semiológica, asimilando además estas últimas a largas cadenas de "hechos" de la explicación positivista. De alguna manera los famosos "tres estados" sucesivos del triunfo de la explicación positivista son los tres estados de la extinción simbólica.

Son estos "tres estados" de la iconoclasia occidental los que recorreremos brevemente. Sin embargo esto "tres estados" no tienen la misma evidencia iconoclasta y para proceder de lo más evidente a lo menos evidente, en nuestro estudio debemos invertir el curso de la historia, intentando, a partir de la iconoclasia demasiado notoria del cientificismo, remontarnos a las fuentes más profundas de este gran cisma del Occidente por relación a la vocación tradicional del conocimiento humano.

La depreciación más evidente de los símbolos que nos presenta la historia de nuestra civilización es ciertamente la que se manifiesta en la corriente cientificista surgida del cartesianismo. Ciertamente, como ha escrito excelentemente un cartesiano contemporáneo, no porque Descartes rechace usar la noción de símbolo. Pero el único símbolo para el Descartes de la tercera Meditación, es la misma conciencia "a imagen y semejanza" de Dios. Es por ello exacto pretender que con Descartes el simbolismo va a perder su carta de ciudadanía en filosofía. Incluso un epistemólogo de un no cartesianismo tan decidido como Bachelard escribe aún en nuestros días, que los ejes de la ciencia y de lo imaginario son primeramente opuestos, y que el científico debe ante todo limpiar al objeto de su saber, por un "psicoanálisis objetivo", de todas las pérfidas secuelas de la imaginación "deformadora". Descartes instaura el reino del algoritmo matemático, y Pascal, matemático, católico y místico, no se engañaba cuando denuncia a Descartes. El cartesianismo asegura el triunfo de la iconoclasia, el triunfo del "signo" sobre el símbolo. La imaginación, como también la sensación, se rechazada por todos los cartesianos como la madre del error. Ciertamente, para Descartes sólo el universo material se reduce al algoritmo matemático gracias a la famosa analogía funcional: el mundo físico no es sino figura y movimiento, es decir, res extensa, y en consecuencia toda figura geométrica no es sino ecuación algebraica.

Pero tal método de reducción a "evidencias" analíticas pretende ser el método universal. Se aplica justamente, y ya con Descartes, al "yo pienso" último "símbolo" de ser cierto, más cuan temible símbolo a fin de que el pensamiento, por tanto el método -es decir, el método matemático- devenga el único símbolo del ser! El símbolo -cuyo significante no tiene sino la diafanidad del signo- se difumina poco a poco en la pura semiología, se evapora por así decirlo, metódicamente en signo. Por este sesgo que con Malebranche y sobre todo con Spinoza el método reductivo de la geometría analítica se aplicará al Ser absoluto, al mismo Dios.

Con el siglo XVIII, ciertamente, comienza una reacción contra el cartesianismo. Pero esta reacción será inspirada por el empirismo escolástico en Leibniz como en Newton, y más adelante veremos que este empirismo es tan iconoclasta como el método cartesiano. Todo el saber de los dos últimos siglos se resumirá en un método de análisis y de medida matemática nacido de un deseo de numeración y de observación en el cual la ciencia histórica hallará recuento. Es así que se inaugura la era de la explicación científica que en el siglo XIX, bajo las presiones de la historia y de su filosofía, se volverá positivismo.

Esta concepción "semiológica" del mundo será la concepción oficial de las universidades occidentales y especialmente de la universidad francesa, primogénita de Augusto Comte y nieta de Descartes. No sólo es pasible de exploración científica el mundo, sino que sólo la exploración científica tiene derecho al título de conocimiento. Durante dos siglos la imaginación fue violentamente anatemizada. Brunschvig la considera aún como "pecado contra el espíritu" en tanto que Alain no ve en ella sino la infancia confusa de la consciencia; Sartre descubre en lo imaginario "la nada", "objeto fantasma", "pobreza esencial".

En la filosofía contemporánea de descendencia cartesiana se produce una doble hemorragia de simbolismo: sea que se reduzca el cogito a "cogitaciones" y entonces se obtiene el mundo de la ciencia donde el signo sólo se piensa como término adecuado de una relación, se que se "quiera tornar el ser interior a la conciencia" y entonces se obtienen fenomenologías viudas de trascendencia para las que la colección de los fenómenos no orienta ya hacia un polo metafísico, ya no evoca lo ontológico puesto que no lo invoca, no alcanza sino una "verdad a distancia, una verdad reducida". En resumen, puede decirse que la denuncia cartesiana de las causas finales y la reducción del ser al tejido de relaciones objetivas resultante han liquidado en el significante todo lo que era sentido figurado, toda reconducción a la profundidad vital del llamado ontológico.

Una iconoclasia radical de ese modo no se desarrolló sin graves repercusiones sobre la imagen artística pintada o esculpida. El rol cultural de la imagen pintada se minimiza al extremo en un universo donde cada día triunfa la potencia pragmática del signo. Incluso Pascal afirma su desprecio por la pintura, preludiando así el desamparo social en el que será tenido "el artista" por el consenso occidental a través mismo de la revolución artística del romanticismo. El artista, como el icono, ya no tiene lugar en una sociedad que poco a poco ha eliminado la función esencial de la imagen simbólica. Además, después de las vastas y ambiciosas alegorías del Renacimiento, el arte del siglo XVII y XVIII se pretende, en conjunto, minimizar en un mero "divertimento", en un puro "ornamento". La misma imagen pintada, tanto en la alegoría enfriada de Le Sueur, en la alegoría política de Lebrun y de David, como en la "escena de género" del siglo XVIII, ya no intenta "evocar". De este rechazo de la evocación nace el ornamentalismo académico que, desde los epígonos de Rafael a Fernand Léger, pasando por David y los epígonos de Ingres, reducen el rol del icono a decorado. Y aún en las revueltas románticas e impresionistas contra esta condición devaluada, la imagen y su artista no recuperarán más, en los tiempos modernos, la potencia de significación plena que poseen en las sociedades iconófilas, en el Bizancio macedónico como en la China de los Song. Y en abundante y vindicativa anarquía de las imagenes que repentinamente se desencadena y sumerge al siglo XX, el artista busca desesperadamente anclar su evocación más allá del desierto cientificista de nuestra pedagogía cultural.

Si se remontan algunos siglos antes del cartesianismo, se percibe una corriente aún más profunda de iconoclasia, corriente que repudiará la mentalidad cartesiana. Esta corriente es vehículo, del siglo XIII al XIX, para el conceptualismo aristotélico o más exactamente para la variante ockhamista y averroista de este último. La Edad Media occidental retoma por su cuenta la vieja querella filosófica de la antigüedad clásica. El platonismo, tanto grecolatino como alejandrino, es una filosofía de "cifra" de la trascendencia, es decir, implica una simbólica. Ciertamente, diez siglos de racionalismo han corregido, a nuestros ojos, los diálogos del discípulo de Sócrates donde no leemos ya sino las premisas de la dialéctica y la lógica de Aristóteles, incluso del matematicismo de Descartes. Pero la utilización sistemática del simbolismo mítico y aún de juegos de palabras etimológicos, por parte del autor del Banquete y del Timeo, basta para convencernos de que el gran problema platónico era el de la reconducción de los objetos sensibles al mundo de las ideas, el de la reminiscencia que, lejos de ser una vulgar memoria, es por el contrario una imaginación epifánica.

Al otro extremo del alba medieval, es aún una doctrina semejante la que sostendrá Juan Scoto Erígena: Cristo deviene el principio de esta reversio, inversa de lacreatio, por la cual se efectuará la divinización, deificatio, de todas las cosas. Pero la solución adecuada del problema platónica la propone finalmente la gnosis valentiniana en aquél lejano Occidente de los primeros siglos de la era cristiana. A la pregunta que obsesiona al platonismo; "¿Cómo es que el Ser sin raíces y sin lugar ha llegado hasta las cosas?", planteada por el alejandrino Basílides, Volantín responde con una angeleología, una doctrina de los "ángeles", intermediarios, los eones que son los modelos eternos y perfectos de este mundo imperfecto puesto que separado, en tanto que la reunión de los eones constituye la Plenitud (el Pléroma)

Estos ángeles, que se encuentran en otras tradiciones orientales, son como bien ha mostrado Henri Corbin, el criterio mismo de una ontología simbólica son símbolos de la misma función simbólica que es- ¡como ellos!- mediadora entre la trascendencia del significado y el mundo manifiesto de los signos concretos, encarnados, que por ella devienen símbolos.

Ahora bien, este angeleología, constitutiva de una doctrina del sentido trascendente mediado por el humilde símbolo, consecuencia extrema de un desarrollo histórico del platonismo, será rechazada en nombre del "pensamiento directo" por la crisis de los universales que inaugura en Occidente el conceptualismo aristotélico. Conceptualismo cada vez más coloreado de empirismo al que Occidente en conjunto será fiel durante cinco o seis siglos al menos (si se hace acabar la era peripatética con Descartes, sin tener en cuenta el conceptualismo kantiano ni el positivismo comtiano...). El aristotelismo medieval, aquel surgido de Averroes y al que se acogen Siger de Brabante y Ockham, es la apología del "pensamiento directo" contra todos los prestigios del pensamiento indirecto. El mundo de la percepción, lo sensible, ya no es un mundo de intercesión ontológica donde se epifaniza un misterio como era el caso en Escoto Erígena o aún en San Buenaventura. Es un mundo material, el de lugar propio, separado de un motor inmóvil tan abstracto que no merece el nombre de Dios. La "física" de Aristóteles, que la cristiandad adoptará hasta Galileo, es la física de un mundo dado de baja, combinación de cualidades sensibles que no reconducen sino a lo sensible o a la ilusión ontológica que bautiza con la palabra "ser" a la cópula que une un sujeto a un atributo. Lo que Descartes denunciará en esta física en primera instancia no es su positivismo sino su precipitación. Ciertamente, para el conceptualismo la idea posee una realidad "in re", en la cosa sensible de donde la extrae el intelecto, pero no conducen sino a un concepto, a una definición pedestreque se pretende sentido estricto, ya no reconduce, como la idea platónica, de impulso meditativo en impulso meditativo al supremo sentido trascendente que está "más allá del ser en dignidad y en potencia". Y se sabe con qué facilidad este conceptualismo se difuminará en el nominalismo de Ockham. Los comentadores de los tratados de física peripatéticos no se engañan al oponer las "historiai" (las investigaciones) aristotélicas, tan cercanas en espíritu de la entidad "histórica" del positivismo moderno, a los "mirabilia" (los acontecimiento extraños y maravillosos) o bien a los "idiotes" (acontecimientos singulares) de todas las tradiciones herméticas. Estas últimas procedían por relaciones "simpáticas", por homologías simbólicas.

Este delizamiento hacia el mundo del realismo perceptivo, donde el expresionismo es decir el sensualismo- reemplaza la evocación simbólica, es más visible en el paso del arte románico al arte gótico. La primavera románica vio florecer una iconografía simbólica heredada del Oriente, pero esta primavera fue muy breve con respecto a los tres siglos de arte "occidental", de arte llamado gótico. El arte románico es un arte "indirecto", pleno de evocación simbólica, frente al arte gótico tan "directo" del cual será prolongación natural el sorprendente "trompe-l'oeil'. Aquello que se transparentaba en la encarnación escultural del símbolo románico era la gloria de Dios y su victoria sobrehumana sobre la muerte. Lo que muestra cada vez más la estatuaria gótica son los sufrimientos del hombre-Dios.

Mientras que el estilo románico, con menos continuidad ciertamente que Bizancio, conserva un arte del icono que reposa sobre el principio teofánico de una angeleología, el arte gótico aparece en su proceso como el tipo mismo de iconoclasia por exceso: acentúa a tal punto el significante que se desliza del icono a la imagen muy naturalista, que pierde su sentido sagrado y deviene simple ornamento realista, simple "objeto de arte". Paradójicamente, es menos iconoclasta el purismo austero de San Bernardo que el realismo estético de los góticos alimentado por la escolástica peripatética de Santo Tomás. Ciertamente, esta depreciación del "pensamiento indirecto" y de la evocación angélica que se le asocia, por parte del buen sentido pedestre de la filosofía aristotélica y del averroismo latino, no se cumplirá en un sólo día. Habrá resistencias difícilmente ocultadas; la floración del estilo cortés, del culto del amor platónico por los Fedeli d'Amore, como el renacimiento franciscano del simbolismo con San Buenaventura. Igualmente, es necesario señalar que en el realismo de ciertos artistas, de Memling por ejemplo y más tarde del Bosco, se transparenta un misticismo oculto que transfigura la minuciosidad trivial de la visión. Pero no es menos verdad que el régimen de pensamiento que adopta el Occidente fáustico del siglo XIII, haciendo del aristotelismo la filosofía oficial de la cristiandad, es un régimen que privilegia el "pensamiento directo" en detrimento de la imaginación simbólica y de los modos de pensamiento indirecto.

Desde el siglo XIII las artes y la conciencia ya no tienen por objetivo reconducir a un sentido, sino "copiar la naturaleza". El conceptualismo gótico pretende ser una copia realista de las cosas tal como son. La imagen del mundo, sea pintada, esculpida o pensada, se des-figura y reemplaza el sentido de la Belleza y la invocación al Ser por el manierismo de la gracia o el expresionismo de las angustias de la fealdad. Puede escribirse que si el cartesianismo y el cientificismo que de él brota era una iconoclasia por defecto y por desprecio generalizado a la imagen, la iconoclasia peripatética el tipo de iconoclasia por exceso: en el símbolo descuida el significado para no inculcarse sino a la epidermis del sentido, al significante. Todo el arte, toda la imaginación, se pone al servicio de la única curiosidad fáustica y conquistadora de la cristiandad. Es verdad que aún más profundamente la consciencia de Occidente había sido preparada para este papel ornamentalista por una corriente de iconoclasia más primitiva y más fundamental, que ahora examinaremos.

El racionalismo, aristotélico o cartesiano, tienen la inmensa ventaja de pretenderse universales por distribución individual del "sentido común" o del "buen sentido". No vale lo mismo para las imágenes; son esclavizadas a unacontecimiento, a una situación histórica o existencial que las colorea. Por ello una imagen simbólica necesita sin cesar ser revivida, un poco como un trozo de música o un personaje de teatro que necesitan de un intérprete. Y el símbolo, como toda imagen, es amenazado por el regionalismo de la significación, y corre el riesgo de transformarse en cada instante en lo que R. Alleau nombra juiciosamente un "sintema", es decir, una imagen que ante todo tiene por función un reconocimiento social, una segregación convencional. Podría decirse que es un símbolo reducido a su potencia sociológica. Toda "convención", aunque esté animada por las mejores intenciones de "defensa simbólica" es fatalmente dogmática. En el plano de la reconducción ontológica y de la vocación personal se produce una degeneración que distingue claramente el pastor Bernard Morel: "La teología latina ha traducido la palabra griega "misterio" por "sacramento", pero la palabra latina no tiene toda la riqueza de la palabra griega. En el misterio griego hay una apertura al cielo, un respeto por lo inefable, un realismo espiritual, una fuerza en la exultación, que no expresa la moderación lógica y la concisión jurídica del sacramento romano". La imagen simbólica perderá esas virtudes de apertura a la trascendencia en el seno de la libre inmanencia. Al devenir sintema, se funcionaliza podríamos decir, con respecto a los clericalismos que pretenden definirla, y así se funcionariza. La imagen simbólica que se encarna en una cultura y en un lenguaje cultural, corre el riesgo de esclerosamiento en dogma y en sintaxis. En este punto la letra amenaza al espíritu, en tanto la poética profética se vuelve sospechosa y amordazada. Ciertamente, es una de las grandes paradojas del símbolo el no expresarse sino por una "letra" más o menos sintemática. Pero la inspiración simbólica aspira a despertar al espíritu más allá de la letra, so riesgo de morir. Pero toda Iglesia es funcionalmente dogmática, institucionalmente está del lado de la letra. Una Iglesia, como cuerpo sociológico, "corta el mundo en dos; los fieles y los sacrílegos", y especialmente la Iglesia romana que, en el momento culminante de su historia, teniendo con mano firme el cuchillo de doble filo, no podrá admitir la libertad de inspiración y la imaginación simbólica. La virtud esencial del símbolo, ya hemos dicho, consiste en asegurar en el seno del misterio personal la presencia misma de la trascendencia. Tal pretensión aparece como la puerta abierta al sacrilegio para un pensamiento eclesiástico. Ya sea fariseo, sunita o "romano", el legalismo religioso se enfrenta siempre fundamentalmente con la afirmación de que para cada individualidad espiritual hay una "inteligencia agente separada, su Espíritu Santo, su señor personal que le vincula con el Pléroma sin otra mediación". Dicho de otro modo, en el proceso simbólico puro, el Mediador, Angel o Espíritu Santo, es personal, emano de algún modo del libre examen, o mejor aún de la libre exultación, y por ello escapa a toda formulación dogmática impuesta desde fuera. El vínculo de la persona, por mediación de su ángel, con lo Absoluto ontológico, escamotea incluso la segregación sacramental de la Iglesia. Como en el platonismo, y especialmente el platonismo valentiniano, bajo la cubierta de la angeleología, existe una relación personal con el ángel del conocimiento y de la revelación.

Todo simbolismo es por tanto un tipo de gnosis, es decir, un proceso de mediación por un conocimiento concreto y experimental. Como una gnosis, el símbolo es un "conocimiento beatificante", un "conocimiento redentor", que no necesita de un intermediario social, es decir, sacramental y eclesiástico. Pero esta gnosis, puesto que concreta y experimental, siempre tendrá la tendencia a figurar al ángel en mediadores personales de segundo grado: profetas, mesías y sobre todo la mujer. Para la gnosis propiamente dicha lo "ángeles supremos" son Sofia, Barbeló, Nuestra-Señora-Espíritu-Santo, Helena, etc., de las cuales la caída y la salvación figuran las mismas esperanzas de la via simbólica: la reconducción de lo concreto a su sentido iluminante. Pues la Mujer, como los Ángeles de la teofanía plotiniana, posee en oposición al hombre una doble naturaleza que es la doble naturaleza del "symbolon" mismo: creadora de un sentido y a la vez receptáculo concreto de ese sentido. La feminidad es la única mediadora porque es a la vez "pasiva" y "activa". Eso era lo que ya había expresado Platón, y lo que expresa la figura judía de Shejiná así como la figura musulmana de Fátima. La Mujer es por tanto como el ángel, el símbolo de los símbolos, tal como aparece en la mariología ortodoxa bajo la figura de la Theotokos, o en la liturgia de las Iglesias cristianas, que se identifican voluntariamente como intermediaria suprema con "La Esposa".

Ahora bien, es significativo que todo el misticismo de Occidente abrevará en estas fuentes platónicas. San Agustín jamás renegó el neo platonismo. Y Escoto Erígena introdujo en el siglo XI en Occidente los escritos de Dionisio Areopagita. Bernardo de Claraval, como su amigo Guillermo de Saint Thierry, como Hildegarde de Bingen, todos son familiares de la anámnesis platónica. Pero ante esta transfusión de misticismo la Iglesia vigilia funcionalmente con sospecha.

Tocamos aquí el factor más importante de la iconoclasia occidental, pues la actitud dogmática implica un rechazo categórico del icono en tanto que apertura espiritual para una sensibilidad, una epifanía de comunión individual. Para las Iglesias orientales, el icono está ciertamente pintado según medios canónicamente fijos, y pareciera que más rígidamente fijos que en la iconografía occidental. Pero no es menos cierto que el culto de los iconos utiliza plenamente el doble poder de reconducción y de epifanía sobrenatural del símbolo. Sólo la Iglesia ortodoxa, aplicando plenamente las decisiones del concilio ecuménico VIIº, que prescribe la veneración de los iconos, da a la imagen el rol sacramental plenamente de "doble esclavitud" que hace que, por el vehículo de la imagen, del significante, las conexiones entre el significado y la conciencia que adora "no son puramente convencionales, sino que son radicalmente íntimos". Ahora se revela el rol profundo del símbolo: es confirmación de un sentido en una libertad personal. Es por esto que el símbolo no puede explicarse: la alquimia de la transmutación, de la transfiguración simbólica sólo puede efectuarse, en última instancia, en el crisol de una libertad. Y la potencia poética del símbolo define la libertad humana mejor que cualquier especulación filosófica: esta última se obstina en ver en la libertad algo objetivo, mientras que en la experiencia del símbolo experimentamos que la libertad es creadora de un sentido; es poética de una trascendencia en el seno del sujeto más objetivo, más comprometido en el acontecimiento concreto. Es el motor de la simbólica. Es el Ala del Ángel.

Henri Gouhier escribió que la Edad Media se extingue cuando desaparecen los Ángeles. Puede añadirse que se disuelve una espiritualidad concreta cuando quedan vacantes los iconos y se los reemplaza por alegorías. Ahora bien, en épocas de reanudación de dogmatismo y endurecimiento doctrinal, en el apogeo del poder papal bajo Inocencio III o después del Concilio de Trento, el arte occidental es esencialmente alegórico. El arte católico romano es un arte dictado por la formulación conceptual de un dogma. No reconduce a una iluminación, simplemente ilustra las verdades de la Fe dogmáticamente definidas. Decir que la catedral gótica es una "biblia de piedra" no implica en absoluto que aquí se tolere una libre interpretación que la Iglesia rehúsa a la Biblia escrita. Simplemente esas expresiones quieren decir que la escultura, el vitral, el fresco son ilustraciones de la interpretación dogmática del Libro. Si el gran arte cristiano se confunde con el arte bizantino y el arte románico (que son artes del icono del símbolo) se confunde con el "realismo" y la ornamentación gótica como con la ornamentación el expresionismo barroco. La pintura del "triunfo de la Iglesia" es Rubens, no André Roublev o cuando menos Rembrandt.

Así, en al alba del pensamiento contemporáneo, en el instante en que la Revolución Francesa terminó de desarticular los soportes culturales de la civilización de Occidente, uno advierte que la iconoclasia occidental sale notablemente reforzada de seis siglos de "progreso de la conciencia". Pues si el dogmatismo de la letra, el empirismo del pensamiento directo y el cientificismo semiológico son iconoclasias divergentes, su común efecto se va reforzando en el curso de la historia. Es esta acumulación de "tres estadios de nuestras concepciones principales" la que constató A. Comte y la que funda el positivismo del siglo XX. Pues el positivismo que Comte destaca del balance de la historia occidental del pensamiento es a la vez dogmatismo "dictatorial" y "clerical", pensamiento directo al nivel de los "hechos" "reales" por oposición a las "quimeras", y legalismo cientificista. Para retomar una expresión que Jean Lacroix aplica al positivismo de Augusto Comte, podría decirse que el "encogimiento" progresivo del campo simbólico conduce en el alba del siglo XIX a una concepción y a un papel extremadamente "estrecho" del simbolismo. Uno puede preguntarse a justo título si estos "tres estadios" que son los del progreso de la conciencia, no son acaso sino tres etapas de la obnubilación y sobre todo de la alienación del espíritu. Dogmatismo "teológico", conceptualismo "metafísico" con sus prolongaciones ockhamistas, y finalmente semiología "positivista", no son más que una progresiva extinción del poder humano de relacionarse con la trascendencia, del poder de mediación natural del símbolo.

jueves, 18 de febrero de 2010

Tradición y Porvenir



Tempranamente, la organización de los Free-massons se transforma profundamente en Gran Bretaña. En sus Logias (reuniones) se encontraban cada vez más numerosos, los Masons "aceptados", nobles, eclesiásticos o burgueses, que no tenían ninguna atadura con la profesión de constructores. De esta manera, la Masonería "operativa" se fue transformando en Masonería "especulativa" o filosófica; así, no se busca en esos Talleres donde se reúnen los albañiles y arquitectos constructores, los mejores procedimientos para la construcción, o como elaborar mejor la argamasa con la que ensamblar las piedras del edificio, sino que ahora se conversa y se busca cada vez más, cuáles son las vías a transitar para que los hombres puedan armoniosamente juntarse a los efectos de construir una humanidad mejor y más esclarecida. Esta "nueva" Masonería toma de la "antigua" un gran número de sus símbolos, sus reglas de disciplina, de comportamiento y sobre todo el noble ideal de perfeccionamiento del Ser Humano: es necesario construir este Ser de la misma manera como los antiguos construían las catedrales.

El 24 de junio del 1717, cuatro de estas Logias de Londres se reunieron para festejar el Solsticio de verano nórdico, y se constituyeron en Gran Logia, atribuyéndose el poder de regir los otros talleres. Esta Gran Logia estableció en 1723 las Constituciones llamadas de Anderson, por el apellido del Pastor protestante que las redactó, las cuales codificando los antiguos deberes masónicos, fueron y son todavía la carta reconocida de la Francmasonería Universal.

Era también la época donde se desarrollaba lo que se llamaría luego la Filosofía de las Luces o Iluminismo, y todos aquellos que participaban, a cualquier título, de esta gran corriente de ideas innovadoras que pregonaban la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad para todos los humanos, no podían no adherir a la Francmasonería, que hacía de esa divisa su propio fundamento.

Muy rápidamente, la Masonería se extiende por el Viejo Continente y también en las Américas. No por conocida, no deja de ser casi imperioso señalar una vez más el rol que jugó la Masonería en las luchas patrióticas: una buena parte de nuestros Libertadores, eran miembros de la Institución.

Pero, a estas alturas una pregunta puede ser pertinente: ¿Será entonces - luego de lo que venimos de ver - que la Francmasonería es sólo una supervivencia de viejas ideologías hoy superadas?

Pero, también podemos preguntarnos, ¿están superadas las nociones de Libertad, Igualdad y Fraternidad, las solas banderas que la Francmasonería haya siempre enarbolado? Cierto es que muchas otras doctrinas han sido elaboradas desde el siglo XVIII a esta parte, lo que pueden hacernos pensar que aquellas divisas masónicas datan de hace ya mucho tiempo, que se han vuelto viejas. Mas, esto sería cierto si ese ideal masónico hubiere sido ya alcanzado. Sin embargo, no parece éste ser el caso.... Tanto si observamos hacia nuestro entorno social cotidiano, como si echamos una mirada planetaria, seguimos viendo la vigencia de las luchas contra la opresión, constatamos lo poco pacífico que es nuestro mundo y como se desarrolla la violencia en nuestras sociedades, o como todavía se sigue considerando a los humanos diferentes de acuerdo a su sexo, raza y color, creencias o medios materiales que posea. Entonces, la Francmasonería continúa refiriéndose al tríptico de Libertad, Igualdad y Fraternidad como un ideal permanente.

La Francmasonería busca hacer avanzar la Humanidad hacia el Progreso, que ella llama La Luz. Pero este objetivo tiene poco que ver con el sólo progreso técnico o material - como comúnmente se confunde- incluso si esto, por supuesto, no está ausente de sus preocupaciones, en la medida en que también pueda liberar al Hombre (cuando muchas veces en realidad lo que hace es aprisionarlo o someterlo).

La imagen que tal vez más convenga entonces para presentar a la Francmasonería es asimilarla a un árbol: para desarrollar sus ramas cada vez más altas y más lejos, tiene necesidad de desarrollar al tiempo poderosas y profundas raíces. Sus ramas serán tanto más vigorosas que sus raíces serán profundas. Así también puede resistir a las tempestades: puede ser que se vea a algunas de sus ramas rotas, pero siempre puede brotar de nuevo. La Francmasonería ha sufrido ataques y persecuciones. Pero siempre ha resurgido.

La Francmasonería entonces, está hecha de permanencias: su ideal continúa siendo el de los masones operativos del medioevo y el de los masones especulativos del Iluminismo; es humanista, ante todo, y progresista. Cree en el Hombre y en su perfectibilidad. Es la razón por la cual intenta ser innovadora, intenta ubicarse en su tiempo y su fidelidad a un ideal tan viejo, no le impide, en nombre de ese mismo ideal, interesarse y contribuir a preparar el porvenir.

martes, 16 de febrero de 2010

La Porción Transcendental



π (pi) es una constante matemática cuyo valor es igual a la proporción existente entre el perímetro de la circunferencia y la longitud de su diámetro. Es una proporción que se emplea frecuentemente en matemática, física e ingeniería.

La notación con la letra griega π proviene de la inicial de las palabras del griego clásico "περιφέρεια" (periferia) y "περίμετρον" (perímetro) de una circunferencia. Esta notación fue usada por primera vez en 1706 por el matemático galés William Jones y popularizada por Euler en su obra de 1748 "Introducción al cálculo infinitesimal". Fue conocida anteriormente comoconstante de Ludoph (en honor al matemático Ludolph van Ceulen) o como constante de Arquímedes. El valor computado de esta constante ha sido conocido con diferentes precisiones a lo largo de la historia, de esta forma en una de las referencias documentadas más antiguas como la Biblia aparece de forma indirecta asociada con el número natural 3 y en Mesopotamina los matemáticos la emplaban como 3 y una fración añadida de 1/8. π es una de las constantes matemáticas que más aparece en las ecuaciones de la física, junto con el número e, y es, tal vez por ello la constante que más pasiones desata.

Euclides es el primero en demostrar que la relación entre el perímetro y el diámetro de una circunferencia es constante. Existen, no obstante, diversas definiciones más del número π; entre las más famosas se encuentran:
-.Es una proporción constante entre el perímetro de una circunferencia con la amplitud de su diámetro. 
-.Es el área de un círculo de radio unidad 
-.Pi es el menor número real x positivo tal que sen(x) = 0. 


Irracionalidad y trascendencia
Se trata de un número irracional, lo que significa que no puede expresarse como fracción de dos números enteros, como demostró Lambert en 1761. También es un númer trascendental. Es decir, que no es la raiz de ningún polinomio de coeficientes enteros. En el siglo XIX el matemático Lindemann demostró que π representa a un trascendental, con ello se cerró definitivamente la permanente y ardua investigación acerca del problema de la cuadratura del círculo indicando que no tiene solución. De forma derivada se sabe que π tampoco es un número de Liouville (Mahler 1953), es decir que sin ser un número trascendental no se encuentra muy cercano a un número racional. (Stoneham 1970).Un número racional muy acercado a PI es 355/113

Historia de Pi
Una de las referencias documentadas más antiguas de "pi" se puede encontrar en un versículo poco conocido de la Biblia: 'Hizo una fuente de metal fundido que medía 10 codos de diámetro: era completamente redonda, y su altura era de 5 codos y una línea de 30 codos lo rodeaba'. —(I Reyes 7, 23)

Se puede ver como una idea similar se puede encontrar en II Crónicas 4, 2. En él aparece en una lista de requerimientos para la construcción del Gran Templo de Salomón, construido sobre el 950 a.C. y su interés aquí radica en que da un valor de π = 3.


Época Egipcia 
El empleo del número pi en las culturas antiguas se remonta al empleo que hacía el escriba egipcio Ahmes en el año 1800 a.C. y que se encuentra descrita en el papiro de Rhind en el que emplea un valor de π afirmando que el área de un círculo es similar a la de un cuadrado cuyo lado es igual al diámetro del círculo disminuido en 1/9, es decir igual a los 8/9 del diámetro.De esta aproximación mencionada por Ahmes se puede deducir por aproximación que π se puede aproximar a un valor racional. Entre los ocho documentos matemáticos hallados hasta hoy en día de la cultura egipcia, en sólo dos se refieren a círculos. Uno es el papiro de Rhind y el otro es el papiro de Moscú, sólo en el primero se habla del cálculo del número π. Neugebauer, en un anexo de su libro 'The Exact Sciences in Antiquity' presenta un método supuestamente inspirado por los problemas del papiro de Ahmes para averiguar el valor aproximado de π mediante aproximación a un cuadrado de lado 8/9 del diámetro.

En la antigüedad dependiendo de la calidad del autor se manejaban diferentes valores, algunos matemáticos mesopotámicos empleaban en el cálculo de segmentos valores de π iguales a 3, en algunos casos se alcanzaban valores más refinados de 3 y 1/8.

Época Griega
El más renombrado es Arquímedes (siglo III a.C.) que fue capaz de determinar el número π entre el intervalo compredido por 3 10/71 como valor mínimo y 3 1/7 como valor máximo. Con esta aproximación de Arquímedes se llegaba a un valor con un error entre 0.024% y 0.040% sobre el valor real. El método empleado por Arquímedes era muy simple y consistía en circunscribir e inscribir polinomios regulares de n-lados en circunferencias y calcular el perímetro de dichos polígonos. Arquímedes empezó con hexágonos circunscritos e inscritos, y fue doblando el número de lados hasta llegar a polígonos de 96 lados.

Claudo Ptolomeo en el siglo II proporciona un valor faccionario por aproximaciones.

La matemática persa y china
El cálculo de pi fue una atracción para todas las culturas con matemáticos dedicados, de esta forma se tiene que el matemático chino Liu Hui estimó π con siete cifras como 3,141014 en 263 a.C. -estimación incorrecta a partir de la cuarta cifra decimal-, utilizando para ello un polígono de 192 lados, y fue el primero en sugerir que 3,14 era una buena aproximación. Posteriormente estimó π como 3,14159 empleando un polígono de 3072 lados.

El matemático y astrónomo chino Zu Chongzhi en el siglo V computó π entre 3,1415926 y 3,1415927 y dió dos aproximaciones racionales de de π: 355/113 y 22/7 muy conocidas ambas.

El matemático persa Ghiyath al-Kashi en el siglo XV fue capaz de calcular π con 9 dígitos empleando una base numérica sexagesimal, lo que equivale a una aproximación de 16 dígitos decimales: 2π = 6,2831853071795865.

Renacimiento europeo
A partir del siglo XII con el empleo de cifras arábigas, en los cálculos se facilitó mucho la posibilidad de obtener mejores cálculos para π. El matemático Leonardo Pisano, en su “Practica Geometriae” amplifica el método de Arquímedes proporcionando un intervalo más estrecho. Algunos matemáticos en el siglo XVII como Vieta usaron polígonos de hasta 393216 lados para aproximarse con buena precisión a 3,141592653.

El matemático inglés Wallis desarrolló en 1655 la conocida serie Producto de Wallis. De la misma forma Leibniz calculó de una forma más complicada en 1682 la siguiente serie que lleva su nombre..

Época moderna (pre-computacional)
Cuando el galés William Jones en el año 1706 afirmó "3,14159 andc. = π". Euler adoptó elconocido símbolo en 1737 e instantáneamente se convirtió en una notación estándar hasta hoy en día.

El matemático japonés Takebe en el año 1722 empezó a calcular el número pi con el mismo método expuesto por Arquímedes y fue ampliando con polígonos circunscritos e inscritos hasta llegar hasta 1024 lados. Este ingente trabajo consiguió que se determinara pi con 41 decimales.

En 1610, Ludolph van Ceulen calculó los 35 primeros decimales de π. Se dice que estaba tan orgulloso de esta hazaña que lo mandó grabar en su lápida. Los libros de matemática alemanes durante muchos años denominaron a pi como número ludofiano.

En 1789 el matemático de origen eslovaco Jurij Vega mediante la fórmula de Machin (1706) fue el primero en averiguar los primeros 140 decimales de π de los cuales 126 eran correctos, este récord lo mantuvo durante 52 años hasta que en 1841, william Rutherford calculó 208 decimales de los cuales 152 eran correctos.

El matemático inglés William Shanks consumió cerca de 20 años de su vida calculando π con 707 decimales (evento acaecido en 1873). En el año 1944, Ferguson encontró un error en la posición decimal 528, y que todos los dígitos posteriores eran completamente erróneos. Tres años después, recalculó pi con 808 decimales con la ayuda de una calculadora mecánica.

Época moderna (computacional)
Desde la primera computadora ya se empezó a desarrollar programas para el cálculo del número pi con el mayor número de cifras posibles, de esta forma un ENIAC (1949) fue capaz de romper todos los records actuales con 2037 lugares decimales (en 70 horas), poco a poco se fueron sucediendo los ordenadores que batían records y de esta forma pocos años después (1954) un NORAC llega a 3092 cifras, durante casi una década de los años 1960 los IBM fueron batiendo records hasta que un IBM 7030 pudo llegar a 250000 cifras decimales en 8 h 23 min (1966). Durante esta época se probaban los nuevos ordenadores con algoritmos para la generación de series de números procedentes de π

Ya en la década de 2000 los ordenadores son capaces de sacar cifras record inmensamente grandes como en 2004 en el que fueron capaces de sacar 1,3511 billones de lugares decimales mediante el uso de un Hitachi que llegó a trabajar sólo 500 horas para realizar el cálculo.

En la época computacional del cálculo de pi las cifras se dispararon no sólo debido a la potencia de cálculo que estas máquinas eran capaces de generar, sino que también era un prestigio y un reto para el constructor de la máquina que apareciera su marca en la lista de los records.

    lunes, 15 de febrero de 2010

    La Torre 4D (Richard Fuller - 1927)


    Richard Buckminster Fuller fue uno de los genios más grandes que produjo la humanidad en los últimos siglos. Su trabajo resulta difícil de encasillar en una disciplina concreta, dado que ha realizado trabajos relacionados con la arquitectura, la ingeniería y el diseño industrial. Pero, sobre todo, ha sido un gran visionario e inventor del siglo XX. Su Torre 4D, un edificio que puede ser construido casi enteramente de plástico y aluminio, es uno de los más increíbles proyectos habitacionales jamás concebido Pero, ¿por que nunca se construyeron?

    En los últimos 100 o 200 años la humanidad ha visto surgir algunas mentes privilegiadas. Personas de la talla de Einstein, Darwin, Freud o Tesla -entre muchos otros- utilizaron su cerebro para desarrollar ideas y teorías que transformarían nuestra visión del mundo.Richard Buckminster Fuller, nacido el el 12 de julio de 1895 en Milton, Massachusetts, fue uno de ellos. Quizás su nombre te resulte conocido gracias a losfullerenos (o fulerenos), la tercera forma más estable del carbono. Estas moléculas son muy populares entre los químicos, tanto por su belleza estructural como por su versatilidad para la síntesis de nuevos compuestos, ya que se presentan en forma de cilindros (los nanotubos de carbono), elipsoides o esferas. Estas moléculas reciben ese nombre en honor a Buckminster Fuller, quien empleó esa forma para construir cúpulas geodésicas en la arquitectura. Desde niño, Richard demostró una gran curiosidad e inventiva. Cuando era joven solía construir cosas utilizando los materiales encontrados en el bosque, y a menudo desarrollaba sus propias herramientas. Asistió a clases en laMilton Academy y en la Universidad de Harvard, de donde le expulsaron dos veces. Más tarde se incorporó a la Marina como operador de radio y editor de una publicación, ámbito en el que encontró inspiración para muchas de sus creaciones, como el mástil central de su Torre 4D.


    La Torre 4D era “ecologicamente correcta”.

    La década de 1920 fue decisiva en la vida de Fuller. En esa época desarrolló junto a su suegro el Stockade Building System, un sistema para producir viviendas ligeras y a prueba de las más duras condiciones meteorológicas o de incendio. A pesar de que nunca pudo producirlas en masa, la experiencia le sirvió para desarrollar varias ideas a las que volvería más tarde. En 1927 su hija menor Alexandra murió de polio y Buckminster buscó consuelo en la bebida. Llegó a estar al borde del suicidio, pero rápidamente superó esa esta crisis personal. Convencido de que su hija había muerto culpa de las condiciones poco salubres que caracterizaban a las viviendas típicas de la época, comienzó a trabajar en la búsqueda de soluciones. El primer paso fue publicar dos ensayos - 4D y 4D Timelock- en los que explicaba cuáles eran sus ideas para mejorar la vida de las personas. Esos textos incluían toda una nueva filosofía de diseño y esquemas para construir viviendas industrializadas, a las que denominó “Casas 4D”. Fuller pensaba que nuestro hogar es en realidad un “máquina para vivir”. Si bien no fue el único en tener esta visión, fue el primero en ir más allá, definiéndola en términos enteramente funcionales: “una vivienda es un sistema para satisfacer las necesidades humanas de protección contra los elementos, privacidad e higiene.” Abocado al diseño de una vivienda que fuese apta para la producción en serie, se dedicó por completo a la elaboración de conceptos que la hiciesen posible. Sólo así -pensaba Fuller- se podrían reducir los costos al nivel necesario para que su máquina para vivir fuese asequible a la mayor parte de la población. Así fue como llegó al concepto de la Torre 4D.

    Construida en plástico, la Torre 4D podia ser transportada por el aire.

    La Torre 4D era un edificio de 12 plantas hexagonales. Todos los servicios -agua potable, cloacas, electricidad, etc.- estaban incluidos en un mástil central, que además sostenía en su parte superior un molino que podía producir electricidad a partir de la energía del viento. La estructura del mástil, que hacía las veces de columna vertebral del edificio era de aluminio, mientras que las paredes,ventanas y techos eran de plástico. Recordemos que en 1927 los plásticos recién estaban comenzando a ser populares, por lo que nadie había pensado en utilizarlos para construir viviendas. Los pisos de cada nivel estaban conformados por losetas inflables, también de hule. Cada departamento era una unidad sellada herméticamente. Sus puertas eran también hinchables y no dejaban entrar el polvo. La limpieza y los gérmenes -seguramente la muerte de su hija seguía atormentándolo- eran una preocupación constante para Fuller. Su torre disponía de un sistema central de circulación de aire que proveía de ventilación y calefacción a cada unidad habitable, mientras que otro sistema paralelo al primero se encargaba de la aspiración y de una provisión de aire comprimido que facilitaba la limpieza. Durante las noches, una potente luz era proyectada por el interior del mástil y llevada a cada ambiente por medio de un sistema de espejos y prismas. Si querías “apagar” la luz, simplemente cerrabas el conducto por el que esta llegaba a tu apartamento. 

    La Torre 4D era “ecologicamente correcta”. Cada una poseía sus propios tanques de agua, sistemas sépticos y fuentes de energía limpia. Basándose en el diseño de este edificio, concibió también su “casa 4D” o “Dimaxion House” que no es era otra cosa que uno de los pisos de la torre montado en forma individual. Fuller acuñó el términoDymaxion como una abreviación de Dynamic Maximum Tension, y lo usó definir su su filosofía centrada en obtener lo máximo de cada material disponible. Utilizó esta palabra como marca en muchas de sus invenciones, como la casa Dymaxion, el mapa Dymaxion o el coche Dymaxion. Richard Buckminster Fuller murió el 1 de julio de 1983 a los 87 años de edad, legándonos un bagaje de ideas que aún hoy siguen transformando la industria. ¿Por que nunca se construyeron Torres 4D o casas Dimaxion en forma masiva? Es posible que -al igual que le ha ocurrido a otras muchas ideas geniales- el mundo no estuviese preparado para semejante cambio. En 1927, cuando Fuller proponía una vivienda plástica, la gente asociaba ese material con elementos frágiles y baratos, como globos o juguetes. Difícilmente un inversor hubiese arriesgado su dinero en un proyecto de ese tipo. Sin embargo, su concepto de “mástil central” (entre otros) ha sido adaptado en una gran cantidad de construcciones, y seguramente cualquiernave interestelar con gravedad artificial obtenida a partir de la rotación sobre su eje que construyamos en el futuro tendrá en su interior algo parecido. Ese día, Buckminster Fuller habrá llegado a las estrellas.

    domingo, 14 de febrero de 2010

    El círculo del 99

    (tomado de las Notas de Facebook de Javier Escalada)

    Había una vez un judío cortesano. Vivía en un gran castillo, lleno de habitaciones, grandes jardines y mucho lujo. Sin embargo, este hombre, como muchos otros, tenía un problema: no se sentía feliz.

    A pesar de ser el cortesano del rey y tener mucha fortuna y gran prestigio sentía que le faltaba algo. Nunca estaba contento con lo que tenía. En el castillo trabajaba un hombre que siempre estaba alegre; realizaba sus tareas con placer y en su rostro se dibujaba una eterna sonrisa. Al encontrarse con él, el cortesano se preguntaba siempre cómo podía ser que un hombre así, tan pobre y con un trabajo tan humilde, se sienta feliz.

    Un buen día, comentó el asunto con uno de sus consejeros:

    -"No entiendo cómo este obrero puede sentirse feliz. No lo he visto nunca enojado, en su cara siempre hay dibujada una sonrisa."

    -"Lo que sucede, mi señor, es que este hombre no ha ingresado al "círculo del 99": es por esto que él es feliz", contestó el consejero.

    - "¿Y qué es el "círculo del 99"? - preguntó el cortesano. muy extrañado.

    - "Se lo voy a demostrar." - dijo el consejero con firmeza.

    - "Hoy a la noche, cuando el obrero llegue a su casa, dejaremos en su puerta una bolsa con 99 monedas de oro. El resto lo comprobará Usted por su cuenta."

    Y así sucedió. Por la noche, cuando el sirviente se encontraba en su humilde casa, feliz., con su esposa y sus hijos, el cortesano y el consejero golpearon en la puerta del pobre hombre y dejaron en el suelo la bolsa con las 99 monedas. Rápidamente se escondieron detrás de un árbol y observaron todo lo que sucedía en la casa.

    El hombre abrió la puerta, miró hacia un lado y hacia el otro, pero no vio a nadie. Sin embargo, encontró en el suelo una bolsa que parecía no pertenecer a nadie. La recogió del suelo y la llevó a su casa. Junto a su mujer y a sus hijos comenzó a abrirla, muy extra ñado por lo que estaba sucediendo.

    Al ver el contenido, comenzó a llorar de alegría, ¡una bolsa con monedas de oro! ¡Qué bien le venía este regalo! A partir de ese momento no tendrá más preocupaciones, sus hijos podrán vestir y comer como los ricos, y su mujer se comprará las mejores ropas. Irán de paseo todos los días, y serán aún más felices.

    Pero en ese momento decidió contar las monedas, para saber cuán grande era su fortuna. Y comenzó con la cuenta: una, dos noventa y ocho, noventa y nueve... El hombre se puso furioso, no podía creer lo que estaba pasando.

    -"¡Me robaron una moneda!", - comenzó a gritar. - "¡No hay justicia en este mundo! ¡Alguien se llevó mi moneda!"

    Y fue en ese instante cuando el hombre entró en el "círculo del 99". La expresión de su cara cambió, la eterna sonrisa se transformó en una mueca de bronca y odio, y la sensación de felicidad desapareció para siempre. En el trabajo, el pobre hombre ya no sonreía ni era amable con la gente, hasta con el cortesano se mostraba hostil.

    Un buen día, el cortesano le preguntó qué le ocurría, ¿por qué andaba siempre con esa expresión tan triste en su cara?

    - "Y qué crees tú, ¿que debo andar siempre contento?" - dijo casi gruñendo.

    - "Yo no soy tu bufón. Hago mi trabajo, y por eso me pagan, pero nadie puede obligarme a estar alegre."

    Frente a esta contestación tan agresiva, el cortesano se ofendió mucho y pronto comprendió lo que significaba pertenecer al "círculo del 99". Ese pobre obrero vivió el resto de su vida creyendo que le faltaba una moneda para ser feliz. Y él, el cortesano con tantos recursos y tanto prestigio, vivía de la misma manera, creyendo que siempre le faltaría algo para sentirse completamente feliz.

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