viernes, 5 de febrero de 2010

Rechila, el Conquistador.


Rey de Suevia (438-448)


Cuando fue nombrado heredero debía rondar los 40, y no parece que nadie protestara la decisión de su padre. He aquí otra de las excentricidades de los suevos: si bien en ellos la monarquía parece que era electiva y no patrimonial, tendían a admitir las dinastías. Y Hermerico era el iniciador, sino el continuador, de una de ellas. Sea como sea, rechila es pronto el hombre fuerte del reino, e Hidacio le llama rey aún antes del óbito de su padre. Su primera acción es posiblemente un golpe de fortuna. Entabla combate junto al río Genil, en Andalucia, y derrota a las tropas de Andevoto, un personaje que no precisa presentación para Hidacio. Se apodera además de su “magno” tesoro de oro y plata. Esto debió diluir cualquier duda que pesara sobre él: victoria y riquezas. Siguiendo a Tácito, ningún germano podría desear más (ni menos). Y debió también incrementar notablemente el tesoro nacional suevo. 


Un año más tarde, los suevos entran, al parecer incruentamente, en Mérida. Y poco después asedia y derrota a Censorio, embajador romano. Los suevos han perdido el miedo al imperio. En 441 muere Hermerico en Mérida. En unos meses su hijo conquista Hispalis y somete a su poder a la Bética y a la Cartaginense. Y ya de paso se ordena a un nuevo obispo en la anterior ciudad, aprovechando la ausencia del legítimo titular de la cátedra. Mientras tanto Roma envía al magistro utriusque militie Asturio contra las bagaudas de Arbizu, que asolaban la Tarraconense, y al poco se nos informa de que los godos poseen Barcelona. Su primera conquista territorial en la península ibérica. 

En el año 446 Roma parece reaccionar al exitoso avance suevo, y envía al nuevo magistro utriusque militie, Vito, con la aparente misión de liberar Cartaginense y Bética. Pero el resultado fue el doble saqueo de estas provincias. En palabras de Hidacio: “apoyado por un gran contigente de tropas auxiliares, causó mal a los habitantes de la Cartaginenese y a los de la Bética. Huyó aterrorizado por un miedo vergonzoso cuando se acercaban al lugar los suevos con su rey, una vez que éstos habían derrotado a los godos que lo acompañaban en los saqueos. Después de esto los suevos arrasaron aquellas provincias con enorme destrucción”. Los suevos habían obtenido la mayor victoria militar de su historia ante el mejor ejército que Roma podía enviar contra ellos, el ejército de su generalísimo. Los mayores perjudicados del deshonroso comportamiento de godos y romanos fueron, como siempre, los que menos podían desear la guerra. La vergüenza de Hidacio es infinita.


Muere rechila en Mérida, invicto y pagano, en el año 448.

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